
No hay nada más humanamente execrable, más moralmente repudiable, que el asesinato a sangre fría de una persona indefensa, especialmente si es un niño. Sin embargo, esta norma — que constituye el fundamento más elemental del código ético de nuestra condición humana — parece que puede ser transgredida impunemente cuando quien comete el crimen es un Estado aliado de Occidente y las víctimas no tienen la piel blanca ni portan un pasaporte europeo. Entonces, el mito bíblico del rey marcado por la infamia eterna tras ordenar la matanza de niños inocentes por temor a perder el poder se reconvierte en otro mito: el del líder patriótico, investido de una supuesta misión sagrada para salvar a su nación de la amenaza de “los bárbaros”.
Más de 15.000 niños y niñas han sido asesinados en Gaza desde que el gabinete de Netanyahu utilizó los atentados de Hamás en suelo israelí como el praetextum belli para arrasar Gaza a sangre y fuego y perpetrar el mayor genocidio del siglo XXI. Es fácil hacerse cargo de la magnitud de esta hecatombe si, bajo la frialdad de las cifras, reconocemos las vidas de miles de niños que debían estar aprendiendo en las escuelas, jugando en los parques o durmiendo seguros en sus casas.
Entre ellos estaba Yaqeen Hammad, una joven influencer gazatí de tan solo 11 años. En medio de la devastación, Yaqeen, junto a su hermano Mohamed, se dedicó a ayudar a sus compatriotas y a compartir mensajes de resistencia y esperanza, convirtiéndose en un símbolo de dignidad infantil en medio del horror.
El pasado 23 de mayo de 2025, un bombardeo israelí le arrebató la vida.
En la retransmisión casi constante del genocidio en Gaza, los medios de comunicación suelen mostrar a los palestinos como una masa anónima y doliente, donde apenas tienen cabida los testimonios directos de personas, con nombres y apellidos. Por eso, es tan importante que salgan a la luz historias como la de Yaqeen Hammad, ya que permite entender la situación en Gaza sin la máscara de la indiferencia y con las lentes que brinda el vínculo principal que define la condición humana: la empatía.
El nombre de Yaqeen Hammad ya forma parte de la memoria colectiva, donde se mantiene viva la llama de los principios éticos que la razón histórica exige: la verdad, la justicia y la reparación.
Sus asesinos pagarán.
A continuación, comparto este video como un homenaje a su voz y a su vida.
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