Si alguien tiene todavía alguna duda de lo que es el neoliberalismo, el exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera, lo aclaró perfectamente en un podcast empresarial en el que afirmó que las pensiones tienen “un componente de estafa piramidal”, para luego añadir: “Cotizamos a una caja que paga las pensiones vigentes, pero nadie nos garantiza que van a pagar las nuestras”. En otras palabras, que las pensiones son un fraude. No, no es la ocurrencia de un “cuñao” con unas cuantas copas de más. Forma parte de un relato que goza de un significativo respaldo en las élites empresariales del IBEX35.
Así que, como en los tiempos que corren es fácil encontrarse con quienes, en esta línea, se hacen eco de mensajes que afirman que los pensionistas viven de las paguitas del Estado o de los impuestos/cotizaciones de los demás (dejo para otro post lo de las subvenciones al cine español o a los sindicatos), aquí van algunos argumentos para desmontar este tipo de falacias:
1) Las pensiones públicas son una conquista del movimiento obrero. Su reconocimiento como un derecho está estrechamente vinculado a las luchas sociales y sindicales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Tras la Segunda Guerra Mundial, se consolidaron como uno de los pilares de las democracias fundadas sobre el Estado del Bienestar. ¿Cómo puede considerarse insostenible hoy lo que era sostenible en una posguerra?
2) En la Constitución española, el derecho a una pensión pública y digna está reconocido en el artículo 50, que establece: “Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderá sus problemas específicos de salud, vivienda, cultura y ocio.”. Es una aportación del progresismo al texto constitucional.
3) En el sistema de prestaciones actualmente vigente, el derecho a la pensión se genera cotizando a lo largo de la vida laboral. Sin embargo, esto no significa que, en virtud de las decisiones políticas que puedan adoptarse, no se puedan implementar otros procedimientos, como la inclusión de la financiación en los Presupuestos Generales del Estado.
4) No hay, por tanto, ninguna estafa piramidal. Lo que existe es un sistema de distribución de recursos basado en la solidaridad entre generaciones.
5) Las pensiones públicas no constituyen una carga para el Estado. Por el contrario, son una inversión que contribuye a la dinamización de la economía, ya que los recursos obtenidos del cobro de pensiones retornan al circuito económico mediante el consumo de bienes y servicios, generando un círculo virtuoso.
6) El discurso que pone en cuestión la sostenibilidad de las pensiones públicas, del que forma parte la idea “friki” de la “estafa piramidal”, es un relato promovido por bancos, cajas y aseguradoras que pretende promocionar los planes privados de pensiones que dichas entidades ofrecen. Los fondos de pensiones constituyen un suculento negocio y sus titulares disponen de un desmesurado poder económico. Son estos fondos los que no pueden garantizar la sostenibilidad ya que hacen depender las pensiones privadas que ofertan de los mecanismos del “mercado”.
7) Por tanto, la cuestión no está en si las pensiones públicas son sostenibles o no, como plantea Rivera, sino en cómo garantizar pensiones dignas, que aseguren a tod@s el derecho a la existencia durante la tercera edad.
PD 1.- El programa real de la derecha neoliberal consiste en confiscar bienes públicos para hacer negocios privados, devaluar derechos laborales y subvencionar a las grandes empresas mediante favores fiscales. No lo va a reconocer abiertamente, por lo que necesita desinformar.
PD 2.- Ciudadanos, el partido que fuera liderado por Albert Rivera, fue un experimento cocinado en los laboratorios del IBEX 35 para hacer frente al movimiento 15M y al soberanismo catalán. Como la jugada no salió como estaba previsto, se buscó el recambio en el lanzamiento de Vox.
En la cabecera, La huelga. Jules Adler
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