La gran mayoría de las personas migrantes que residen y/o trabajan en España lo hacen con toda la documentación en regla. No alcanzan el 10% las que permanecen en el país sin los documentos legalmente necesarios. La mayor parte de ellas no llega desde ningún país africano, sino desde América Latina y ha entrado en España por vía aérea, generalmente con visados temporales que luego exceden su período de validez. Sin embargo, la percepción que se ha generalizado en la sociedad, alimentada por los grandes medios de comunicación, asocia la inmigración irregular con imágenes de jóvenes y menores magrebíes y subsaharianos que saltan la valla de Melilla, cruzan a nado el tramo marítimo que separa Marruecos de Ceuta o llegan a las costas mediterráneas o canarias agolpados a bordo de embarcaciones precarias (pateras y cayucos).
Esta visión parcial contribuye a la expansión de los relatos de odio, fruto de las factorías ultraderechistas, que vinculan inmigración ilegal con invasión, abuso de los servicios sociales, colapso del sistema sanitario, okupación de viviendas o delincuencia. No es una mensajería que señale a los inmigrantes irregulares por el hecho de serlo, sino por ser negros o musulmanes.
Un ejemplo claro es el tuit que el “Jefe de los Berracos ultras”, Abascal, publicó el pasado 28 de Agosto a raíz del debate generado por la llegada de cayucos a Canarias y la gira africana del presidente Sánchez. Decía textualmente: “Están promocionando una invasión. Lo hacen de la mano del Partido Popular y de todos sus amos internacionales. Desde Úrsula a Kamala. Los españoles van a tener que empezar a defenderse por ellos mismos. Pero de verdad. Porque los gobiernos (el de Moncloa y el de las autonomías) directamente les han traicionado, estafado y vendido (sic)”. Como puede apreciarse, es un tuit que no parte de un hecho, sino de juicios de valor que sólo están en la mente paranoica de Abascal para incitar directamente a la violencia; un tuit suficientemente estudiado para eludir el delito de odio y, al mismo tiempo, ser absolutamente explícito para sus seguidores. Muy peligroso.
Conviene señalar que este discurso ultra-derechista, aunque alimente la ficción de unos políticos que promueven el “efecto llamada” y abren las puertas a la inmigración ilegal, en realidad, se ajusta al marco narrativo dominante en materia migratoria, que enfoca la inmigración irregular como un problema de seguridad y no un asunto de derechos humanos, lo que conduce a polícas migratorias claramente restrictivas de los derechos de las personas migrantes.
Unos datos clarificadores que ponen en cuestión este marco:
1. Entre Enero y Julio de este año, 2024, el número de turistas internacionales que llegaron a España rozó los 53,4 millones. Sin embargo, a pesar del descontento social con un modelo turístico que presiona al alza los precios de la vivienda e impacta de forma negativa en el medio ambiente, el asunto no parece haber sido motivo de preocupación para los poderes públicos.
2. Desde la invasión rusa de Ucrania, en Febrero de 1922, hasta Agosto de 2024, en torno a 200.000 refugiados ucranianos han sido acogidos en España bajo un sistema de protección, habilitado de forma inmediata, que les ha garantizado residencia, acceso a la sanidad, educación y permisos de trabajo.
3. Desde Enero hasta hoy, el número de inmigrantes que ha llegado a España en situación “irregular” ha sido de apenas 31.155. Son cifras elocuentes que plantean una pregunta: si en España caben millones de turistas, si la situación de los refugiados ucranianos puede ser regularizada en menos de 24 horas, ¿por qué no se regulariza de igual manera a los inmigrantes que llegan a las costas mediterráneas, Ceuta, Melilla o Canarias?
En definitiva, el problema de la inmigración irregular no está en las personas migrantes que se juegan la vida en el desierto o el mar en busca de un futuro mejor. El verdadero problema está en las estrategias de desinformación, el racismo y unas políticas migratorias que, en vez de abordar las causas en origen, optan por medidas, como la delegación en terceros países de los flujos migratorios a cambio de dinero, la reclusión en CIEs o las repatriaciones, que condenan a estas personas a una situación de inseguridad y vulnerabilidad permanentes.
Las causas que impulsan a miles de personas a tomar la difícil decisión de emigrar remiten, en última instancia, a un mundo lastrado por la injusticia y la guerra que hunde sus raíces en el orden económico y geopolítico impuesto por los imperios coloniales europeos. Éstos, a través del expolio de los medios de subsistencia de las sociedades colonizadas, establecieron un legado de dependencia y empobrecimiento en beneficio de los centros de poder occidentales que continúa vigente en la actualidad. En otras palabras: hay una responsabilidad histórica de los países europeos que fueron metrópolis coloniales en la generación de las condiciones materiales que provocan la inmigración.
La desinformación, el racismo y la presentación de la inmigración irregular como un problema de fronteras permiten eludir esta responsabilidad. Sin embargo, no habrá solución posible al problema migratorio si no se aborda desde sus causas en origen y se implementan políticas que se centren en la reparación de injusticias históricas y en la promoción de los derechos de las personas migrantes.
Este no es un problema exclusivo de los migrantes, sino una cuestión que nos afecta a todos, ya que invoca el derecho a una democracia plena, a recibir información veraz y a la protección frente a los discursos de odio.
En el encabezado, imagen de la portada del comic «Los nadie»
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