De nuevo, en 2019, el 8 de Marzo se celebró con movilizaciones masivas donde se fundió el tono festivo con el reivindicativo. El año pasado, la derechona, en el amplio sentido, intentó desacreditar la convocatoria, tergiversando con mensajes, no con ideas, como siempre. Después, descolocada ante el éxito de la convocatoria, optó por el ridículo postureo de lucir en público los lacitos morados. Este año, uno de sus brazos políticos, Ciudadanos, se sacó de la manga la cantinela del “feminismo liberal”. ¡Muy significativo!

El feminismo, el real, en su enorme pluralidad, propugna, como idea sobre la que fundamenta su desarrollo, la igualdad de mujeres y hombres en derechos y libertades y, por consiguiente, la erradicación de todas las formas de desigualdad y opresión, de todas, repito. Por tanto, forma parte sustancial de la historia de las luchas colectivas de las sociedades humanas contra la injusticia y en favor de la dignidad humana y el bien común. Todas ellas comparten la idea-clave de que la libertad (la capacidad de autodeterminarse sin coacción externa) no puede implementarse en toda su plenitud sin la igualdad en la distribución de las condiciones materiales y culturales necesarias para poderla ejercer. No se puede ser libre sin disponer de medios para serlo, para entendernos.Es de cajón. Separada de la igualdad, la libertad supone, en la práctica, la restricción de la libre elección a las posibilidades derivadas del nivel de renta y poder disponibles, es decir, en un privilegio. ¡Una perversa paradoja! El “feminismo liberal” de Ciudadanos sitúa la libertad, a secas, como valor central. A priori, atractivo. ¿Por qué será?