Era medianoche. Durante mucho tiempo la humanidad vivió de la caza, la pesca y la recolección. Las comunidades humanas vagabundeaban de un lugar a otro en busca de sustento y se cobijaban en cabañas o cuevas. Esto duró hasta las 6,30 de la tarde en que, posiblemente una o varias mujeres, tradicionalmente recolectoras, descubrieron que la tierra era fértil y que las semillas podían sembrarse. Surgieron pequeñas aldeas junto a los campos de cultivo, donde los seres humanos convivían con los animales domésticos. Una hora y media más tarde, algunas de estas aldeas dieron lugar a la aparición de verdaderas ciudades donde se levantaron grandes templos y palacios y se inventó la escritura. Comenzaron a surgir las grandes religiones, a la par que las guerras: países contra países, ejércitos contra poblaciones rebeldes. Entre las diez y las diez y media Buda predicó en la India, Confucio en China y Jesús en Palestina. Al final le llegaría el turno a Mahoma en Arabia. Durante media hora se levantaron mezquitas, sinagogas, castillos y catedrales. Luego, comenzaron a salir de las ciudades europeas hombres ansiosos de riqueza y poder, conquistadores, colonos y comerciantes que vieron en el resto del mundo la posibilidad de explotarlo para saciar sus intereses. Entre ellos estaba Cristóbal Colón, que llegó a lo que andando el tiempo se llamó América. Más tarde, los europeos se repartieron también Africa, Asia y Oceanía. En los 5 minutos previos a la medianoche los poderosos se enzarzaron en dos guerras que sembraron la muerte y la desolación en Eurasia. El último segundo ha sido testigo de la duplicación que la población mundial, de la fabricación de armas de destrucción masiva, de la llegada de los primeros astronautas a la Luna, de la extensión de la tecnología digital y de la reafirmación de un poder global frente al que crece la conciencia por la libertad y la justicia.
La humanidad parece vivir en un continuo vértigo que, en realidad, se ha desatado en los últimos segundos. Por ello, todavía a media noche de hoy, cuando alumbra un nuevo día, 370 millones de personas siguen viviendo, en pueblos indígenas, a su propio ritmo, según estilos tradicionales de vida que se pierden en la madrugada del tiempo. El otro ritmo, ajeno a la medida humana, presiona, amenaza, pero aún no ha vencido.
Elaborado a partir de un documento de la APDHE (Asociación Pro Derechos Humanos de España)
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