
Las derechas tienen un curioso concepto de la realidad social e histórica: si ésta no les hace salir bien en la foto, la niegan. Así ocurre con la desinformación (empleo deliberado de información falsa para manipular la opinión) o el lawfare (uso fraudulento del derecho para perseguir adversarios políticos), ambos estrechamente conectados. Son realidades ampliamente investigadas y plenamente constatables, en España y en el mundo. Sin embargo, para los sectores más reaccionarios de la derecha política, judicial o mediática, denunciar dichas prácticas constituye un ataque a la libertad de prensa, por un lado, y a la independencia del poder judicial, por otro.
Así ha ocurrido desde que el presidente Pedro Sánchez, en su comparecencia del 29 de Abril, denunciara la máquina del fango y se comprometiera a liderar un proceso de regeneración democrática. Desde entonces, han proliferado, en los foros ultra-derechistas, editoriales, tribunas de opinión o declaraciones partidistas (PP y Vox) en las que se ha equiparado al presidente poco menos que con un autócrata que pretende amordazar a la prensa crítica y poner a los jueces a su servicio. En este marco reactivo, se inscribe el hecho de que cinco diarios (El Confidencial, The Objective, El Español, El Debate y OkDiario) especializados en fake news y operadores activos del lawfare publicaran simultáneamente un artículo de Alberto Nuñez Feijóo por el Día Mundial de la Libertad de Prensa, el pasado 3 de Mayo, en el que el líder del PP se erige en defensor del periodismo libre y los jueces frente a “un Gran Hermano del gusto gubernamental”, en clara referencia a Pedro Sánchez.
Un inciso:
Según la definición de Umberto Eco, el creador del concepto “máquina del fango”, ésta consiste en la elaboración sesgada, desde los despachos del poder, de informaciones de la vida personal del adversario político, con objeto de desacreditarlo y tapar las miseras que el periodismo comparte con las élites dominantes.
Continuamos: En el texto, que lleva por título “Recuerda que eres mortal”, haciendo alusión al supuesto apego de Pedro Sánchez al poder, Nuñez Feijóo:
1) Se presenta como un político capaz de encajar críticas y aprender de ellas por ser consustanciales a la democracia (“Hay informaciones que me incomodan y opiniones que no comparto. No obstante, entiendo que sin ellas la democracia sería más pobre…”). Suena bien, si no fuera porque en el contexto en el que Feijóo firma su columna de opinión tal afirmación supone meter en el mismo saco el periodismo tóxico y la libertad de información.
2) Reivindica el pluralismo (“La pluralidad sobre la que descansa nuestra convivencia estaría incompleta sin esas críticas que en ocasiones desagradan, pero que, si son fundadas, ayudan a relexionar. Tal y como yo entiendo el compromiso público, mi deber no es trabajar para los que piensan como yo, sino servir a todos”). Resultaría conmovedor este presunto ejercicio de altruismo si Fejóo no hubiera pasado por alto un pequeño detalle: denunciar la desinformación no va en contra de que haya medios de distintas tendencias sino de que éstos difundan mentiras como única estrategia.
3) Pretende reafirmarse frente a “ese grupo de políticos que, ante cualquier discrepancia, procuran descalificarla o prohibirla”…Bonita manera de autocelebrase como estandarte de la libertad: confundir a conciencia difamación con discrepancia para, de esta forma, equiparar la crítica a la misma con prohibicionismo y censura.
4) Reproduce una concepción de la comunicación social subordinada al mercado, en la que se presume que los periodistas seleccionan y ofertan la información según estándares profesionales, es decir, de objetividad y ética, y atribuye a los lectores, oyentes o televidentes el papel de simples consumidores, “libres” de elegir la información que mejor les resulte. De esta forma hace recaer la pulsión hacia la censura en el Gobierno, o sea, en el Estado (“Es el criterio profesional en primer orden y posteriormente la ciudadanía la que debe otorgar valor a las informaciones, sin necesidad de un Gran Hermano del gusto gubernamental que vigile la calidad y probidad del periodismo”). Un argumentario “muy liberal”, que sirve para ocultar el papel del poder mediático en el gobierno de la agenda pública y sacar de la ecuación el derecho CONSTITUCIONAL a la información veraz, principal damnificado de la conversión de la libertad de prensa en licencia para mentir, difamar e intoxicar.
5) Señala que el fin perseguido por el Gobierno de Sánchez al denunciar la máquina del fango es ocultar la verdad y esgrime como prueba que no haya llevado sus denuncias a los tribunales (“Curiosamente, cualquiera de estas informaciones podría denunciarse…Si ello no se hace…es demasiado evidente que lo que se persigue no es la verdad, sino…ocultarla”) Parece que Fejóo quiere hacerse el inocente soslayando que, con la legislación actual, la circulación de bulos para que puedan ser usados como fuego a discreción contra adversarios políticos goza de absoluta impunidad.
6) Niega que las críticas a la desinformación y el lawfare pretendan la regeneración democrática (“…niego la mayor cuando se alega para ello la buena intención de salvaguardar la democracia”). Con ello, Feijóo no hace más que reflejar su propio concepto de democracia, en el que la “bulocracia judicializada” opera en contra de quienes desafían los límites marcados por los dueños del poder real, fundamentalmente económico, a quienes el jefe del PP sirve como fiel lacayo.
7) Termina su artículo reivindicando el periodismo crítico y destacando su función de fiscalizar al poderoso como elemento sustancial de la democracia (“Hoy en día es el periodismo crítico quien hace esa función, esencial para que la democracia no se marchite”). Una afirmación con trampa, en la que Feijóo confunde estar en el Gobierno con tener el poder para, así, presentarse como defensor de un contrapoder que es pura construcción ideológica: los diarios en los que publica su artículo no conforman contrapoder alguno; por el contrario, forman parte de los resortes de poder que operan para que el PP gobierne. Por eso, el Gobierno de Ayuso en Madrid los riega con dinero público.
En conclusión: En su columna de opinión, Feijóo invoca el noble principio de la libertad de prensa para blanquear la máquina del fango y la responsabilidad de su propio partido en el funcionamiento de la misma. Sin embargo, la historia y la memoria son tozudas y ambas nos dicen que las ultraderechas ibéricas (PP y Vox) han estado plenamente conectadas con las cloacas policiales, mediáticas y judiciales para acabar con sus adversarios políticos: primero, Podemos, luego, los soberanistas catalanes y, por último, el Gobierno de Pedro Sánchez.
Unas consideraciones finales:
1) Una sociedad que construye sus opiniones en informaciones sesgadas y bulos es una sociedad enferma. La libertad de expresión no tiene valor si no se asienta en el libre pensamiento y pensar libremente requiere información veraz.
2) Las libertades de prensa y expresión no pertenecen a los grupos mediáticos, sino a la ciudadanía, de la misma forma que el Estado de Derecho no es el gobierno de los jueces sino la expresión de la soberanía popular. Por tanto, no son los grupos mediáticos los que necesitan el amparo de la ley para ejercer su función crítica, como tampoco los jueces para poder actuar con independencia. Son el derecho a la información veraz y a una justicia independiente los que deben ser protegidos para que no sucumban bajo el fango. La verdadera censura, en los tiempos que corren, no está en denunciar la desinformación. Está en la labor de ocultación de información significativa que acomete el periodismo tóxico que Feijóo ampara.
La imagen de la cabecera: Ilustración de Acacio Puig titulada «Descartes, tengo dudas»
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