(Continuación del post anterior que concluye con el fin de la dictadura de Primo de Rivera)
….La monarquía estaba acabada. En tales circunstancias, Alfonso XIII se propuso, de nuevo, apuntalar el trono y neutralizar el republicanismo mediante una vuelta a la “normalidad constitucional”. Como ni siquiera los viejos polícos monárquicos estaban ya por la labor de resucitar un parlamentarismo lastrado por el caciquismo, recurrió a sus militares incondicionales, primero al general Dámaso Berenguer y después al Almirante Aznar. Todo fue en vano.
Durante el tiempo que transcurrió desde la caída de Primo de Rivera hasta la huida de Alfonso XIII, la llama del republicanismo, parte sustancial del movimiento democrático español desde mediados del siglo XIX, se reactivó y extendió en mítines y manifestaciones por todos los rincones de España. En el marco de esta movilización se formó una amplia coalición de fuerzas republicanas de distinto signo que cristalizó, el 17 de Agosto de 1930, en el llamado Pacto de San Sebastián. Lo firmaron, entre otros, viejos conservadores católicos, como Miguel Maura y Niceto Alcalá Zamora, republicanos de siempre, como Manuel Azaña, y representantes del nacionalismo catalán. El socialista Indalecio Prieto acudió a título personal. Del acuerdo adoptado en la capital donostiarra surgió el Comité Revolucionario Republicano, un gobierno paralelo, al que semanas después se sumaría el PSOE, que adquirió el compromiso de canalizar, a través de un régimen republicano, las demandas de las clases populares y las reivindicaciones autonomistas.
Firmantes del Pacto de San Sebastián
En un principio, ante la falta de garantías para celebrar unas elecciones limpias que trajeran la República, el Comité Revolucionario eligió la vía de la insurrección, una estrategia hondamente arraigada en la historia contemporanea española, combinando el pronunciamiento militar y la huelga general. De entrada, el plan fracasó. La mala coordinación hizo que el levantamiento militar se iniciara prematuramente en Jaca, el 12 de Diciembre en vez del 15, como estaba previsto, y los líderes del pronunciamiento, los capitanes Fermín Galán y García Hernández, fueron fusilados sin contemplaciones. No hubo magnanimidad alguna por parte del rey, incapaz de hacer valer su potestad para conceder el indulto. La huelga general tampoco fue secundada y la mayoría de los miembros del Comité Revolucionario fueron detenidos y encarcelados.
Miembros del Comité Revolucionario en la Cárcel Modelo de Madrid
Sin embargo, a pesar del fracaso, no hubo marcha atrás. La resurrección del sistema constitucional bajo la batuta de Alfonso XIII seguía antojándose inviable. El Gobierno Berenguer cayó en Febrero de 1931. El del almirante Aznar hizo un último intento para salvar el entramado borbónico y anunció un proceso electoral confiando en que el manejo de la maquinaria gubernamental daría el triunfo a los monárquicos; pero el tiro le salió por la culata. Las elecciones municipales, convocadas para el 12 de Abril, se convirtieron en un plebiscito entre Monarquía y República. Durante la campaña electoral, el juicio en consejo de guerra contra los encausados del Comité Revolucionario, realizado el 20 de Marzo, se transformó en una masiva demostración de afirmación republicana que culminó con la celebración multitudinaria de su puesta en libertad. Una vez celebrados los comicios, pronto se constató que la coalición republicano-socialista, forjada al albur de la convocatoria electoral, había obtenido el triunfo en las grandes ciudades y la mayoría de las capitales de provincia mientras los monárquicos sólo pudieron ganar en las zonas rurales, donde seguía enquistado el poder de los caciques. La monarquía había perdido irremisiblemente el pulso frente a la esperanza republicana.
Manifestación de júbilo popular por la proclamación de la República.
Desde el mismo día 13, el entusiasmo popular en favor de la república desbordó las calles de Madrid, Barcelona, San Sebastián, Valencia, Zaragoza, Sevilla y muchas otras ciudades y localidades de la geografía española. En la madrugada del día 14, la nueva corporación municipal de Eibar proclamó la República. La noticia se extendió por todo el país. Al mediodía, Luis Companys hizo lo propio desde el balcón del Ayuntamiento de Barcelona y, algo más tarde, Francesc Macià, desde la Diputación, proclamaba la “República catalana como Estado integrante de la Federación Ibérica”. Ante la contundencia de los resultados electorales, la sucesión de declaraciones públicas pro-republicanas y la explosión de júbilo popular, el rey, aconsejado por sus asesores, decidió poner pies en polvorosa. No estaba el horno para hacer lo que, a buen seguro, le dictaba su instinto reaccionario: dar un golpe de estado. En la tarde-noche del día 14, Alfonso de Borbón abandonaba Madrid rumbo a Cartagena para, desde allí, embarcar hacia el exilio. Al mismo tiempo, el Comité Revolucionario, reunido en el Ministerio de la Gobernación, se constituyó en el Gobierno provisional de la 2ª República española. Ésta fue proclamada oficialmente por el presidente, Niceto Alcalá Zamora, desde el balcón del edificio ministerial, en un mensaje retransmitido por radio. Desde entonces, el 14 de Abril de 1931, figura como una fecha clave en la historia y la memoria democrática de este país.
Obra conmemorativa de la 2ª República
Dos observaciones finales:
1) No fue ningún cataclismo el que acabó con el régimen monárquico. Fue el propio rey, Alfonso XIII, el que propició el fin de su reinado al negarse a facilitar la transición desde el liberalismo oligárquico a la democracia.
2) Desde distintas factorías que utilizan la historia como arma y no como ciencia para justificar el franquismo se ha fabricado el relato de que la 2ª República fue un régimen ilegítimo por proceder de unas elecciones municipales. Es falso. Las elecciones del 12 de Abril formaron parte de un plan escalonado, elaborado por el Govierno Aznar, que incluía elecciones provinciales y parlamentarias, a celebrar ambas en el mes de Mayo. Lo que ocurrió fue que, por las circunstancias señaladas, éstas últimas nunca llegaron a celebrarse.
3) Tras su huida, el ya ex-rey se instaló inicialmente en París. Luego, fijó su residencia definitiva en Roma. Allí vivió en el Gran Hotel, al amparo del Gobierno fascista de Benito Mussolini, hasta su muerte en 1941. Durante su exilio dorado, financiado con dinero depositado en cuentas bancarias suizas e inglesas, mantuvo contactos con diversos grupos monárquicos que conspiraban abiertamente contra la República. Contrariamente a la imagen de rey desterrado, siempre estudo apegado al trono. Ya en 1934, medió para que el dictador italiano respaldara con dinero y armas una eventual rebelión militar que restaurara la monarquía y, al comenzar la Guerra Civil española, apoyó firmemente al bando sublevado. Franco, no le devolvió el favor de inmediato. Lo hizo años después, cuando nombró a su nieto, Juan Carlos de Borbón, como sucesor. Pero, ésto ya es otra historia.
Imagen del encabezamiento, procedente de «Eco republicano».
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