
Con el pretexto de la amenaza rusa a la seguridad de Europa, la Comisión Europea, a través de su presidenta, Úrsula von der Leyen, anunció, el pasado 3 de marzo, un ambicioso plan de rearme que contempla movilizar hasta 800.000 millones de euros, el mayor gasto militar en el Viejo Continente desde la Segunda Guerra Mundial. Para evaluar adecuadamente la magnitud de este desembolso conviene situarlo dentro del contexto del gasto militar global.

Ursula von der Leyen anunciando el plan de rearme
Según el último informe del SIPRI (Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo), en 2023, el gasto militar mundial alcanzó un máximo de 2,44 billones de dólares. De este total, correspondió a Estados Unidos el 37,5% (916.000 millones), lo que equivale al 68,4% del conjunto de los países de la OTAN; el 11,4% a Europa (279.000 millones); el 12,1% a China (296.000 millones) y el 4,5% a Rusia (109.000 millones), que, debido a la guerra en Ucrania, aumentó un 24% su presupuesto con respecto a 2022. En 2024, el gasto militar de Europa ascendió a 360.000 millones de dólares, mientras el de Rusia se situó en 145.000 millones. A la luz de estos datos, que reflejan la clara supremacía militar de Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea en el mundo, cabe preguntarse: ¿resulta verosímil afirmar que Europa necesita armarse para protegerse frente a Rusia?
Algunas observaciones al respecto:
1) La idea que asocia la seguridad con el rearme no está respaldada por ningún fundamento científico. Durante las dos guerras mundiales de 1914-1918 y 1939-1945, todas las naciones contaban con ejércitos preparados para defenderse unas de otras y, aun así, la devastación se extendió por todas ellas. En realidad, esta premisa proviene de un marco conceptual militar que supone que la seguridad solo puede garantizarse a través de la fuerza militar, ignorando que el rearme, lejos de prevenir conflictos, suele conducir a una escalada que, en la práctica, atenta contra la misma seguridad que sus promotores afirman proteger.
2) No, la seguridad no es lo que explica el rearme. Son otros los factores que intervienen en la decisión política de impulsarlo. En primer lugar, la lógica interna de la industria bélica, que no actúa a partir de la evaluación de las necesidades defensivas, sino en función de los intereses del llamado complejo militar-industrial: el entramado de poder formado por la rama militar de los gobiernos (ministerios de Defensa e Interior), el ejército y la propia industria armamentística. En segundo lugar, la voluntad de consolidar la posición de poder propia dentro de la correlación de fuerzas en el tablero geopolítico. Y, en tercer lugar, la permanencia de una cultura que mantiene viva la idea de “amenaza” o “enemigo”, para justificar el derecho incuestionable del Estado a armarse sin límites y a decidir sobre la paz y la guerra.
3) En este contexto, la agitación del miedo al “enemigo” a través de la propaganda desempeña un papel esencial para alinear a la población con los intereses de los promotores del armamentismo. El relato impuesto por los halcones de la guerra en las cancillerías y medios de comunicación occidentales, que invoca la necesidad de armarse frente al supuesto peligro de una invasión rusa de Europa, cumple abiertamente esta función propagandística. El lento avance del Ejército ruso en los últimos tres años en Ucrania desmiente por sí solo dicho relato. En realidad, el verdadero objetivo de la anunciada apuesta de los dirigentes europeos por una “nueva era de rearme”, como la calificó la propia Úrsula von der Leyen, no es defender Europa de los supuestos delirios expansionistas de Putin, sino consolidar una posición de poder geopolítico, sirviéndose para ello de la confrontación con Rusia. Justo lo contrario de lo que la propaganda pretende hacer creer.
4) La paz y la seguridad no se logra preparándonos para la guerra. El rearme no hace al mundo más seguro ni más pacífico, sino más conflictivo. La verdadera seguridad se construye con la diplomacia en lugar de la guerra, la cooperación en lugar de la competencia coercitiva entre estados y bloques, el desarme en lugar del gasto improductivo en armamento y el uso de los recursos públicos para el progreso civil en vez de desviarlos al gasto militar. Para ello, hace falta voluntad política y, también, conciencia ciudadana.
En la cabecera, obra de Banksy
Efectivamente. Muy bien explicado