
Charles Darwin (1809-1882) fue el primer naturalista que formuló sobre bases científicas la teoría de la evolución mediante la selección natural, destinada a ser uno de los grandes paradigmas de la ciencia moderna.
Desde muy joven, a pesar de cursar estudios de medicina en Edimburgo y de teología en Cambridge, su interés principal se centró en las ciencias naturales.

Cuando contaba 20 años de edad, Darwin se enroló, en calidad de naturalista, en el barco de reconocimiento científico Beagle, iniciando así una expedición de cinco años que lo llevó a viajar por América del Sur, las islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África.
Las detalladas observaciones realizadas a lo largo del trayecto y el estudio de las plantas, animales y fósiles recopilados durante el mismo le permitieron, a su regreso al Reino Unido, formular la moderna teoría de la evolución, cuyos primeros esbozos comenzaron a tomar forma en 1837.

Darwin no dio a conocer su teoría hasta 20 años después. Temía la reacción hostil que sus nuevas ideas pudieran generar en la “élite bienpensante” de la sociedad victoriana británica, adscrita a los dogmas de la fe cristiana.
Se decidió a hacerlo tras saber que el naturalista inglés Alfred Russell Wallace había llegado a sus mismas conclusiones y pretendía hacerlas públicas.
Así, en 1858, ambos, Darwin y Wallace, presentaron de forma conjunta la teoría de la evolución por selección natural en la Sociedad Linneana de Londres; y, un tiempo después, en Noviembre de 1859, Darwin vio publicada su obra “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural”, destinada a convertirse en el emblema de la revolución científica que fundamenta la biología moderna.

En dicha obra, Darwin explica el proceso que da lugar a la transformación y aparición de especies. El razonamiento de Darwin puede desglosarse en los siguientes pasos:
1) Las especies no son inmutables. Evolucionan con el tiempo (estamos hablando a una escala desde cientos de miles hasta millones de años) y todas ellas serían descendientes, con modificaciones, de especies anteriores.
2) Todas las especies sobreviven en condiciones ambientales cambiantes, desde glaciaciones hasta calentamientos de la Tierra, en las que han de competir por el acceso a los recursos necesarios para su supervivencia.
3) En esta “lucha por la vida”, en la que todos los individuos cuentan con ventajas y desventajas, podrán sobrevivir los que cuenten con mayores ventajas para salir airosos, es decir, los que mejor se adapten al medio. Es el mecanismo de la selección natural.
4) Los mejor adaptados, por ser más atractivos para la reproducción, transmitirán sus características favorables a la siguiente generación y tendrán más descendientes que los menos adaptados. Estos cambios ventajosos son los que conducen a la creación de nuevas especies. Según Darwin, éstas nacen cuando una parte de la población se aísla del resto de una especie para adaptarse a un nuevo medio ambiente.
Así pues, todas las especies que viven en el presente conforman, por rasgos de parentesco, un gran árbol evolutivo que se remonta al momento en que la vida hizo su aparición en la Tierra.
Ésto supone que todas las formas actuales de la vida han de proceder de numerosos ancestros y que, por tanto, especies que hoy en día son diferentes tienen un ancestro común.
Árbol de la evolución de la vida en el planeta Tierra
Para Darwin, la evolución no responde a plan preconcebido alguno. Es el azar el que ejerce de guía con una única finalidad: mantener la vida.
Darwin abordó la evolución humana en su obra “El origen del Hombre y la selección en relación al sexo”, publicado en 1871.
En él afirmó que el linaje humano comparte un ancestro común con los grandes simios, de los que considera al chimpancé como el pariente más cercano. Muchos pensaron entonces que lo que Darwin estaba diciendo es que el hombre desciende del mono.

Hoy, gracias a la genética, está sobradamente demostrado que Darwin tenía razón. Con su teoría de la selección natural iniciaba la idea del azar que hoy sabemos acompaña a las mutaciones que se producen al copiar el ADN.
Gracias a los estudios genéticos sabemos las razones profundas del proceso. El aislamiento de una población impide que la información genética se intercambie entre poblaciones separadas. Sin intercambio genético, la población aislada, al adaptar su organismo a nuevas condiciones naturales, acaba produciendo, vía mutaciones, su propia información genética.
En ese momento las dos especies dejan de tener interés genético entre ellas y, por tanto, sexual. La evolución por tanto, sería una respuesta a condiciones concretas biológicas y físicas, pero también producto de mutaciones aleatorias.
En este proceso, el azar es muy importante. Si en este proceso el ADN mutado sobrevive durante un largo período y la población aislada gana la batalla de la adaptación, si los mejores individuos obtienen el premio de la selección natural, del intercambio sexual nacerá una nueva especie. Será una especie cercana a la que se separó, pero modificada.
Darwin pensaba que estos procesos son graduales y ocurren en largos períodos de tiempo, ya que tenía como referencia para el proceso de selección natural los tiempos geológicos.
Ahora se sabe que los procesos pueden ser mucho más rápidos a través de “saltos genéticos”. Mutaciones rápidas, “malas” réplicas del ADN abren la posibilidad de acortar el tiempo del proceso.
Las poblaciones pueden responder de esta manera a excepcionales cambios naturales. Es por ello que las apariciones y desapariciones de especies suelen ocurrir de manera explosiva (explosiones biológicas) en períodos de tiempo relativamente cortos (200 mil años).
Los grupos sin éxito que desaparecen no son necesariamente los más débiles o los que tienen un cerebro más pequeño. Son los que no han logrado reproducirse bajo las nuevas condiciones ambientales, donde la suerte de las mutaciones es un factor importante.
En este proceso surgen formas de vida más complejas, pero esto no quiere decir que la evolución tenga algún propósito u objetivo en sí misma. La evolución ha mostrado ser oportunista y pragmática, saca partido de lo que encuentra a su paso.
Usa y modifica órganos existentes para una nueva función, no sigue un diseño. La evolución no tiene otra meta que mantener la vida.

Darwin había llegado a la conclusión de nuestro origen africano observando los primates más cercanos al hombre. Lo argumentó viendo la similitud física y de comportamiento de los chimpancés con el ser humano.
Era pues lógico que el ancestro común a humanos y chimpancés surgiera donde viven los primates más cercanos a nuestra especie: África. ¿Cómo iba a nacer la humanidad allí donde no hay primates? El tiempo, a pesar de haber sido cuestionado, le terminó dando la razón.

Gracias a sus investigaciones hoy sabemos que Dios no hace falta para entender el origen de la especie humana.
Nota: El presente post es deudor de las aportaciones realizadas por Mark Aguirre en su obra «El nacimiento de una especie». Biblioteca Buridán.
A día de hoy debería de dejar de hablarse de «Teoría de la evolución»; la evolución es un hecho científicamente demostrado y lo que son teorías por demostrar son los mecanismos por los que funciona la evolución. La Ciencia aporta soluciones, complementarias unas de otras, revisables a la luz de los nuevos descubrimientos que van matizando la importancia relativa de los distintos mecanismos implicados. Hoy sabemos que incluso se pueden heredar genes de otras «especies» por vía infectiva, lo que se llama herencia lateral o trasferencia genética horizontal. Otro día te contaré porqué pongo especie entre comillas, y eso si que es teorizar…
https://www.xataka.com/otros/la-historia-de-una-de-las-ideas-mas-peligrosas-jamas-pensada-la-teoria-de-la-evolucion Te dejo este enlace para ampliar. Un abrazo, Javier.
Gracias Rodri. Lo tengo en cuenta
Y todo parece q empezó en un medio acuático….
Salud D. javier
Gracias.
Lo primero, Javier, quería felicitarte por tu blog. Da gusto leerlo.
Lo segundo, y en relación con esta entrada, es digno de subrayarse el énfasis que pones en el carácter azaroso que Darwin atribuye al modo en que se producen las mutaciones; la mayor parte de nuestrxs alumnxs tiende a confundir las propuestas de este biólogo con las de Lamarck, mucho más deterministas y hastas teleológicas, por cuanto asumen que las mutaciones (por ejemplo, el extenso cuello de la jirafa) se producen para adaptarse al medio (en este caso, alcanzar las copas de las acacias de la sabana y garantizar así su supervivencia). En Darwin, en efecto, los cambios son mucho más aleatorios y la adaptación es más un efecto que un objetivo prefijado, aunque el impulso fundamental de las especies sea la supervivencia.
Finalmente, creo que, de cara a la enseñanza de la historia y de las ciencias naturales, es interesante mencionar que algunas de las propuestas de Darwin se quisieron trasladar a la comprensión de la sociedad (en autores como Herbert Spencer, paradigmáticamente); no en vano, aquéllas surgen de un contexto social, político, económico y cultural específico (el auge del liberalismo político y económico, la racionalidad instrumental de la Modernidad) que en gran parte explica su emergencia (y quizás hasta su formulación). El «darwinismo social», que postula básicamente el dominio de unas poblaciones (civilizaciones, razas, clases o sexo) sobre otras bajo el supuesto de una pretendida superioridad intrínseca de aquéllas, fue tomando forma así desde fines del siglo XIX, iniciando una larga trayectoria que puede ser oportuno mencionar, abordar y discutir en algún momento.
Como ves, creo que es importante también escudriñar y analizar las representaciones colectivas que se producen y reproducen sobre los temas que tratamos en las escuelas. Veo que para ti también lo es (de ahí, en gran parte, supongo, tu magnífico blog), pero se puede atender de un modo más explícito. Te dejo mi blog por si te interesa chusmear al respecto: cronosytopoi.wordpress.com
Muchas gracias por tu aportación Rolland. Interesante y esclarecedora. Sin duda visitaré tu blog