Los pasados 21 y 22 de Marzo se celebraron en el Congreso de los Diputados las sesiones plenarias sobre la segunda moción de censura impulsada por el clan de ultraderecha de Vox contra el Gobierno de Pedro Sánchez.
Algunas cuestiones al respecto:
Desde el momento mismo en que fue aprobada la moción de censura que provocó la caída del Gobierno de Mariano Rajoy y conllevó la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, en 2018, las derechas y, de forma singular, la ultraderecha, la desautorizaron y calificaron al nuevo Gobierno de ilegítimo, llevando dicha acusación, absolutamente infundada, hasta el paroxismo a raíz de la incorporación de Unidas Podemos al Ejecutivo.
¿Cómo habría que calificar, entonces, una moción de censura en la que el candidato a la presidencia del Gobierno, Ramón Tamames, no formaba parte de la candidatura con la que Vox se presentó a las elecciones de 2019 y fuera elegido “in extremis”, tal como ha reconocido quien le propuso, Fernando Sánchez Dragó, en una “cena de amigos”?
¿Con qué apelativos cabría definir una moción de censura apoyada en falsas premisas (el Gobierno atenta contra la unidad de España, quebranta el Estado de Derecho al pretender el control del Poder Judicial, promueve la división de los españoles con la Ley de Memoria Democrática…) y argumentos falaces (la Ley del “sólo sí es sí” favorece a violadores y pederastas, la Ley Trans propicia que los delincuentes sexuales empiecen a declararse mujeres para acceder a los espacios femeninos o que los niños sean confundidos para mutilar su cuerpo…), falsas premisas y argumentos falaces, digo, que nada dicen de las políticas públicas reales desplegadas por el Gobierno de coalición y sí, y mucho, del interés de la ultraderecha en impugnar la acción de gobierno a cualquier precio.
Y, por último, ¿qué calificativo otorgar a una moción de censura en la que el candidato, Ramón Tamames, presenta como único programa de gobierno un adelanto electoral y se apoya en un discurso que, bajo un revestimiento academicista, avala los mantras que articulan el repetitivo relato de la ultraderecha?
A la luz de lo dicho, ¿no cabría calificar esta moción de censura como una moción ilegítima y antidemocrática? ¿No es ésta la conclusión que se desprende cuando una herramienta de salud democrática como la moción de censura se utiliza de forma tóxica?
En todo caso, ilegítima, antidemocrática o tóxica, resultó ser un fracaso. Vox pretendía con la moción recuperar foco mediático tras el fiasco de las autonómicas andaluzas y la deserción de Macarena Olona, ampliar su base electoral presentando a un supuesto prócer de la Transición como candidato (no hay mejor propaganda para la ultraderecha que un ex-dirigente converso del PCE ) y ganar terreno electoral al PP, pero, paradójicamente, la operación terminó por reforzar al Gobierno.
Cabría preguntarse por las compensaciones que haya podido recibir Ramón Tamames por prestarse a este circo. De momento, su discurso, lleno de errores, basado, como acertadamente plantea Mario Ríos Fernández, en un ideario reaccionario, «la defensa de un paradigma económico caducado y la legitimación de una visión ultranacionalista de España obsesionada con la leyenda negra y con los tópicos ultras sobre la guerra civil que culpan a la República del alzamiento fascista», está en venta.
Fernando MJ dice
Suscribo al cien por cien el contenido de tu comentario, Javi. Me reaviva la enorme pena que me produce el constatar los denodados esfuerzos de la derecha y ultraderecha por frenar el agotador avance democrático de este país y por preservar como sea los privilegios de los poderosos y de la Iglesia. ¡Qué vergüenza el impúdico espectáculo que brindan ambos! Y a la izquierda, entre tanto, a vueltas con el inane debate de «si son galgos o son podencos.» ¡Uf, qué pena!