En estos días, en los que las heridas provocadas por el paso de la DANA por Valencia siguen presentes en la vida pública del país, he recordado la pieza teatral “Un enemigo del pueblo”, una de las obras emblemáticas del dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906).
En ella, su protagonista, el doctor Stockmann, descubre y advierte que las aguas del balneario local, principal fuente de ingresos del pueblo, están contaminadas y representan un peligro para la salud. Sin embargo, lejos de ser escuchado, su advertencia lo enfrenta a la autoridad municipal, la empresa propietaria del balneario, el periódico local y la opinión de la mayoría. Todos ellos prefieren ocultar la verdad antes que poner en riesgo el “progreso económico” de la comunidad. De esta forma, el conflicto entre la razón científica, que encarna el doctor Stockmann, y los intereses vinculados al mantenimiento de la actividad del balneario terminan por convertir al doctor en un enemigo público. Desde luego, es una obra que constituye una valiosa herramienta para formar en derechos humanos.
Casi 150 años después de su publicación (1882), es la comunidad científica que lleva años alertando sobre los efectos del cambio climático la que, como el doctor Stockmann, es cuestionada como ‘enemiga del pueblo’ por parte de un negacionismo, fuertemente arraigado en posiciones de poder, que prioriza los intereses económicos por encima de cualquier otra consideración. Ya conocemos el precio a pagar.
La historia no se repite, pero rima.
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