La dignidad de la libertad de expresión no está en el maridaje con la opinión mediática que suplanta la libertad de información, sino con su vínculo natural con la libertad de pensamiento, su capacidad para enriquecer la opinión pública y su potencial para facilitar el ejercicio de otros derechos.
Está directamente unida a la educación, entendida, no como instrucción en la obediencia ciega o la reproducción de prejuicios, sino como formación en y para la libertad de pensar, sentir, relacionarse, reír y superar la indiferencia.
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