Karl Popper (1902–1994), filósofo austriaco-británico, es considerado como uno de los filósofos de la ciencia más influyentes del siglo XX. En su obra La sociedad abierta y sus enemigos, escrita durante la Segunda Guerra Mundial desde su exilio en Nueva Zelanda, advirtió sobre los peligros que amenazan a una sociedad democrática cuando no se protege activamente frente al auge de idearios y movimientos asentados en la intolerancia.
Una de sus ideas más citadas es la que se conoce como paradoja de la intolerancia. Según Popper:
«La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a quienes son intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra los embates de los intolerantes, entonces los tolerantes serán destruidos y la tolerancia con ellos.”
Con esta afirmación, Popper no proponía la supresión automática de las ideas intolerantes, sino mantenerlas a raya, siempre y cuando fuera ésto posible, a través de una opinión pública debidamente informada.
Sin embargo, Popper advertía del peligro real que surge cuando quienes profesan este tipo de idearios renuncian a participar de todo diálogo racional y pretenden imponerse a través de la desinformación, la incitación al odio y la violencia. Frente a este tipo de amenazas, Popper defiende que una sociedad abierta y tolerante tiene el deber de protegerse activamente.
De ahí, su conclusión:
«Debemos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Debemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos».
De esta forma, el filósofo austriaco establecía un principio esencial: la tolerancia no puede ser ilimitada si se quiere sobrevivir. La salvaguarda de una sociedad abierta y plural requiere establecer límites claros frente a quienes pretenden destruirla desde dentro. No se trata de reprimir la disidencia, como dicen algunos, sino de impedir que el uso de la libertad sirva para abolir la libertad misma.

Gracias Javier a ver si lo entienden…. no todo es respetable
Un abrazo