Las redes de poder real que operan en el mundo han instalado en la sociedad la confusión entre el hecho de tener voz y la ficción de tener poder. Es un recurso engañoso que oculta un elmento-clave que caracteriza al poder, entendido éste como capacidad de control y de dominio: la existencia de una arquitectura institucional con unas reglas de juego, gestionadas por individuos concretos, con nombres y apellidos, organizados en red, que simultanean espacios de poder o “saltan” de uno a otro sin que el marco institucional se resienta. El interés que subyace a este “relato de la confusión” es trasladar la idea de que el poder está en la plaza pública, el “ágora”, en la “moral circundante”, en los que “se quejan de las injusticias, donde no hay nombres en red ni instituciones. Es la estratagema hecha a medida para que el poder real se muestre como una víctima y los ideales nobles en favor de la igualdad social, étnica y de género como expresión de una dictadura de “lo políticamente correcto”. ¡El mundo al revés!
Una reflexión a la que me conducen las descalificaciones de que ha sido objeto Greta Thunberg, la activista ecologista que llevó la voz contra el cambio climático a las entrañas de la ONU e impulsó la huelga climática global del pasado 27 de Septiembre. Pienso que siempre, de entrada y sin excluir toda crítica enriquecedora, hay que respetar a quien se atreve. Un abrazo.
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