El pasado sábado, millones de personas salieron a las calles de Estados Unidos para protestar contra la deriva autocrática de la Administración Trump bajo el lema “No Kings”, en alusión a la imagen megalómana que el propio mandatario intenta proyectar. La respuesta del ocupante de la Casa Blanca fue difundir un vídeo generado con inteligencia artificial en el que aparece coronado como rey, pilotando un avión militar y bombardeando con mierda —literalmente— a los manifestantes. No se trata solo de una provocación obscena, sino de la escenificación de un poder bestializado que se complace en humillar, maltratar y violar el fundamento mismo de la democracia: la dignidad humana.

Algunas cuestiones al respecto:
—Cuando el poder necesita bestializarse para subsistir, ¿no está confesando su propia decadencia y descomposición moral?
—En un sistema electoral como el estadounidense, plenamente sesgado hacia las opciones conservadoras —la más liberal de los Demócratas y la abiertamente reaccionaria de los Republicanos—, sin apenas espacio para que se abran paso las voces progresistas, ¿qué fuerzas sociales, además de la representada por el correoso Bernie Sanders, podrán canalizar el descontento popular y las protestas?
—En el momento histórico que estamos viviendo, en el que Trump encarna la deriva neofascista que intenta imponer en el mundo un paradigma contrario a la democracia, ¿qué función cumplen los seguidores que le ríen las gracias, los indiferentes que creen que esto no va con ellos o los líderes serviles que lo adulan mientras hablan de libertad y derechos humanos?
En todo caso, para no ser pesimista, conviene recordar el viejo slogan: “Torres más altas han caído.”
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