Queridos españoles:
Muchos de vosotros me reprocháis que en mis sermones navideños no condene la dictadura franquista ni haga mención de la necesidad de preservar la memoria democrática.
Sin embargo, os pido que os pongáis en mi lugar. Como muchos sabéis, yo no ocupo el trono por méritos propios, sino por ser hijo de quien fue designado sucesor a título de rey por el dictador, el mismo que ahogó en sangre la República y decidió pasar por encima de las propias leyes sucesorias de mi familia.
Por todo ello, entenderéis que no pueda pronunciarme sobre asuntos que puedan dejar al descubierto mi falta de legitimidad democrática en origen. Si lo hiciera, no tendría más remedio que abdicar. Y, sinceramente, no me apetece.
Lo siento mucho, pero por la cuenta que me trae, seguiré representando mientras pueda el papel que me han asignado.
Felices fiestas.
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