Cientos de personas se están concentrando estos días en distintas zonas de alto poder adquisitivo de algunas capitales de provincia, en especial en el barrio de Salamanca de Madrid. Lo hacen al son del himno nacional, con cacerolas en mano, la bandera de España al cuello, alguna preconstitucional, gritos de “Viva España”, “Gobierno dimisión” y “Libertad” y sin respetar la distancia mínima para reducir el contagio del covid19. Un cóctel tan insolidario como difícilmente digerible, que las derechas, sobre todo las de Vox y PP, no sólo no están dispuestas a neutralizar apelando a la responsabilidad, fundamental en estos momentos de desescalada, sino que lo están alimentando en su particular “guerra híbrida” contra el Gobierno de coalición, una guerra que, en la práctica, opera como una alianza con el virus. (1)
No hay reivindicación en positivo alguna en estas “movidas”. Más allá del seguimiento ciego de la estrategia ultraderechista de acoso y derribo al Gobierno o el interés en reabrir la actividad económica, como si el virus estuviera en tregua, está claro que quienes participan en ellas están en contra de las medidas de protección y seguridad que el común de la ciudadanía está respetando para cuidar la salud pública. Y no porque lo digan abiertamente, sino porque a la vista está la falta de respeto a las mismas. La cuestión que estas “movidas” plantean no está, por tanto, en el hecho de manifestarse con banderas, sino en hacerlo anteponiendo intereses particulares al derecho al bien común y poniendo en riesgo la salud de los demás. Cosas propias de quienes, acomodados en áreas de confort que les permiten vivir al margen de lo que ocurra puertas afuera de “su mundo”, se agitan, no cuando se trata defender los derechos colectivos, sino cuando algo les molesta. En estas circunstancias, la nación y la libertad se quedan en eso, en símbolos y palabras huecas, sin concreción real.
A nadie se le escapa que vivir bajo el estado de alarma está siendo duro. Pero es innegable que las medidas de confinamiento y de restricción de la movilidad han sido necesarias para aliviar la presión sobre los hospitales, reducir el número de fallecidos y salvar vidas. Y, hoy por hoy, no hay otro mecanismo legal en España para mantener estas medidas con garantías que no sea dicho estado de alarma, si no se quiere ir a una escalada de querellas y reclamaciones. Atribuir al estado de alarma, decretado el pasado 13 de Marzo, a una suerte de interés del actual Gobierno en implantar una práctica dictatorial, como están haciendo el PP, Vox y las tribunas mediáticas afines, constituye un auténtico despropósito. Forma parte del viejo relato/juego derechista consistente en presentar como víctimas a quienes disponen de posiciones dominantes o de privilegio. No es necesario empatizar con el Gobierno para darse cuenta de ello.
Este país ha tenido que afrontar la pandemia del coronavirus desde una posición de debilidad, por una estructura económica excesivamente dependiente de la construcción y el turismo, un Estado sin suficientes ingresos por los beneficios fiscales de que gozan los grandes patrimonios empresariales y financieros que, en la práctica, son subvenciones a la inversa que lastran la salud de las arcas públicas, y unas políticas públicas que, desde hace años, convirtieron los servicios públicos y las prestaciones sociales en objeto de mercantilización. Y es a partir de estas deficiencias desde las que debe afrontarse la reconstrucción social y económica, poniendo el acento en la profundización de la democracia, el fortalecimiento de las instituciones públicas, la distribución justa de los recursos y la riqueza y la transición hacia un modelo de economía sostenible. Ésta es la cuestión en la que deberían estar todas las energías, dentro y fuera del Gobierno y de los partidos que lo sustentan. Y es evidente que las derechas están en otra historia.
(1) Hay que recordar que, al inicio de la crisis, los voceros derechistas quisieron dejar bien instalada en la sociedad la idea de que el Gobierno “lo hizo tarde y mal” y de que las manifestaciones del 8 de Marzo estaban en el origen de la pandemia. Lo hicieron “a toro pasado”, claro, porque ellos tampoco vieron lo que se avecinaba. Ahora, que abogan por el fin del estado de alarma y por alentar manifestaciones en plena pandemia, ¿no están demostrando que, en realidad, sus críticas nada tenían que ver con la protección de la salud? ¡Doble moral!.
Maria Luisa dice
Estoy de acuerdo, utilizan una doble moral porque les conviene y ni siquiera les importa contradecirse. Se han pasado dos meses tachando al gobierno de asesinos por no haber tomado medidas antes, cuando apenas había unos cuantos contagiados y ahora que hay miles de contagiados y de muertos y que se empieza a controlar la situación, ya no les importa los muertos ni los futuros contagios.
Se descubren sus mentiras. Contagiados y fallecidos no son su preocupación sino que lo que realmente les importa es aprovechar el momento de crisis para intentar cargarse este gobierno al que ven como una amenaza porque proyecta hacer una reforma fiscal que nos ponga en equiparación con Europa y a esto se resisten del todo porque están acostumbrados a la evasión fiscal y a que nadie les toque sus privilegios aunque no sean legales. Porque ellos son ellos y no quieren mezclarse con el resto.