Desde que el pasado domingo 20 de Agosto la Selección Española de Fútbol Femenino se proclamara campeona del mundo, el mundo del fútbol y la sociedad en general han vivido un auténtico tsunami. El desencadenante fue el beso que Luis Rubiales, presidente de la Federación de Fútbol, estampó en la boca a la futbolista Jennifer Hermoso en la ceremonia de entrega de medallas. Fue un claro acto de agresión sexual, propio del jefe que se cree legitimado por el poder que ostenta para acceder al cuerpo de una mujer en situación subalterna sin su consentimiento.
Sin embargo, no fue el acto en sí el que ha provocado la serie de reacciones en cadena que han tenido lugar a nivel nacional e internacional y que han cristalizado en la defenestración de Rubiales y la movilización en redes sociales bajo la etiqueta #Se acabó. Ha sido lo que dicho acto visibiliza: la agresión a la cultura del consentimiento desde posiciones de poder asentadas en la desigualdad de género e impregnadas por los códigos machistas de comportamiento.
El éxito de este gol marcado fuera de la cancha contra el muro de los privilegios adquiridos no está en que sea el fin de un episodio, sino en que se afiance como un nuevo punto de inflexión en el camino en pro de los derechos de las mujeres. La historia demuestra que los avances en derechos de una parte de la sociedad benefician a la sociedad en su conjunto.
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