
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) define el discurso de odio como aquel que tiene por objeto propagar, incitar, promover o justificar el odio hacia grupos sociales en situación de vulnerabilidad. El paso del discurso al delito de odio requiere de una incitación directa a la violencia. En esta delgada línea roja es en la que se mueve la maquinaria propagandística de Vox: mensajes racistas cuidadosamente diseñados para generar miedo y rechazo sin cruzar el umbral que obligaría a rendir cuentas ante la justicia.
Fiel a este modus operandi, la agrupación de Vox de Almería decidió colocar un cartel en El Ejido que, bajo la pregunta capciosa “¿Qué Almería quieres?”, muestra dos imágenes contrapuestas: a un lado, la de una figura ataviada con un niqab negro, sin rostro visible, con los logos del PP y Vox; al otro, la de una mujer joven, de piel clara y sonriente, luciendo el logotipo de Vox. El mensaje es claro: o se opta por una Almería islamizada o por una localidad sin migrantes.

Vayamos al contenido condensado bajo esta simplicidad visual:
1) El cartel recrea una visión maniquea que asocia simbólicamente la representación de la inmigración con el mal y a la población local con el bien, negando la realidad de una sociedad diversa y plural, e invitando a la confrontación, en lugar del respeto y la inclusión.
2) Recurre al estereotipo de la mujer musulmana cubierta y sometida para disfrazar la islamofobia con el barniz de una supuesta preocupación por las mujeres.
3) Pretende movilizar emociones negativas —miedo, rechazo, desconfianza— muy eficaces para captar apoyos y tomar posiciones en los núcleos de poder.
4) Presenta a la cofradía de Vox como una opción moderna y segura, cuando sus mensajes son las viejas recetas de odio de los años 30, que solo parecen nuevas a quienes carecen de memoria histórica. Son los mismos que justifican el genocidio en Gaza.

En conclusión:
El cartel es un insulto a los inmigrantes, a quienes criminaliza de forma generalizada; a las mujeres, cuyo nombre se utiliza en vano para justificar el racismo; y a la ciudadanía, tratada como un objetivo a intoxicar.
Por fortuna, ya fue retirado ante las protestas que suscitó; sin embargo, como en el cuento de Monterroso, el dinosaurio sigue ahí.

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