El nombre de América Latina surgió, a mediados del siglo XIX, asociado al desarrollo de una identidad propia de los pueblos afincados al sur de Río Bravo, diferenciada de la de Estados Unidos, que iniciaba entonces su política expansionista por el subcontinente. Es, por tanto, un apelativo identitario que, como tal, enfatiza la importante ascendencia latina de las poblaciones de América Central y del Sur frente al fundamento anglosajón atribuído al “vecino del Norte”. Sin embargo, en virtud del proceso histórico vivido en el subcontinente desde que Estados Unidos tomara el relevo, como potencia hegemónica, de las viejas metrópolis coloniales europeas, el nombre de América Latina ha dejado de aludir a un simple parentesco étnico-cultural-linguístico, para referirse a una filiación común de pueblos y culturas con un pasado compartido de experiencias, luchas y aspiraciones situadas en un ámbito diferenciado del de las grandes potencias contemporáneas y estrechamente vinculada al proyecto, una y otra vez postergado, de formar una comunidad de naciones. Este proyecto unitario estuvo siempre presente en los movimientos emancipatorios latinoamericanos y constituye la parte sustancial del legado de su emblemático precursor, Simón Bolívar, y de las grandes personalidades que lideraron las luchas contra la dominación colonial/imperialista, como Francisco de Miranda, José Martí o el Che Guevara
En todos ellos, la idea de la unidad de las repúblicas americanas no es el fruto de una ensoñación romántica, como a veces se quiere hacer creer, sino de la profunda convicción de que la conformación continental de un bloque de naciones constituye un requisito indispensable para contar en el concierto mundial y operar como factor de equilibrio frente a la injerencia de las grandes potencias. Está, por tanto, directamente vinculada a la reivindicación de la soberanía nacional y la solidaridad internacional, desde la inclusión social, frente al interés imperialista, europeo primero y estadounidense después, en la configuración geopolítica de América Latina como un territorio fragmentado, con países enfrentados y sociedades fracturadas, permanentemente relegado a un papel subordinado y dependiente como fuente de recursos primarios y fuerza de trabajo al servicio de los centros neurálgicos del poder, situados en el exterior, y su red de complicidades internas.
Bajo esta tensión entre la idea emancipatoria de América Latina como espacio para la unidad de pueblos y culturas y la idea colonial/imperialista, como territorio atomizado en regiones políticas, débiles y manejables, subyace el conjunto de antagonismos derivados del legado colonial, que llega hasta nuestros días en una larga y compleja evolución histórica jalonada de procesos revolucionarios, contrarrevolucionarios y reformistas en permanente conflicto, abierto o latente. Dichos procesos expresan la cambiante correlación de fuerzas en cada país y período histórico y ha tenido su traducción, en el plano político, en el papel cambiante del Estado en la historia latinoamericana, en un abanico que bascula desde el Estado como marco institucional adecuado para el dominio del capital sobre el trabajo y las clases desheredadas hasta el Estado como instrumento para el empoderamiento popular y la transformación social.
En la encrucijada que actualmente vive el mundo en general y América Latina en particular, entre la resistencia del proyecto neoliberal a aceptar su caducidad, recurriendo a fórmulas chovinistas, como la del presidente Jair Bolsonaro en Brasil, y los diferentes programas de cambio social que no acaban de cuajar, se antoja como tarea necesaria para la elaboración democrática de proyectos emancipatorios y de transformación social la definición del papel que ha de jugar el Estado como catalizador de los mismos en la nueva era post-neoliberal que, a pesar de todo, parece anunciarse.
De todo lo dicho con anterioridad se desprende la importancia de señalar aquellas claves históricas que permitan comprender la situación actual de América y fundamentar la apertura de perspectivas de presente y futuro para el continente hermano. Éste es el sentido de las líneas que siguen a continuación.
Juan Gomez dice
En el fondo tanto Latino america como africa tienen mucha dificultad de evolucionar del modelo colonial , con la ventaja de latino america de la unidad de la lengua tanto el castellano como el portugez
Hannia Campos B. dice
Es un privilegio tener un amigo historiador, que con ideas muy claras nos informa, a los que somos un poco ignorantes del devenir histórico! Aplaudo como siempre tu manera de escribir y de permitir enterarme de los acontecimientos que enlazan el pasado con el presente y así esclarecer dudas que de otra forma quizás ni me entero…Gracias por tu valioso aporte. Saludos: Hannia.
Cristina Martín Ochoa dice
Entre la historia y la narrativa, nos permites el acceso a la comprensión de períodos, hechos y contextos que de otra forma, pasarían desapercibidos. Me falta algo. Y sé lo que es. Me falta más. Tema apasionante y !con tanto por saber¡. Dinos…..