
Si quedaba alguna duda de que el Premio Nobel de la Paz hace tiempo dejó de representar la lucha por la paz, su concesión a Corina Machado —anunciada el pasado 10 de octubre— lo confirma definitivamente.
A lo largo de su trayectoria como líder de la oposición venezolana, Corina Machado, en plena sintonía con los intereses de Estados Unidos, ha impulsado estrategias golpistas contra los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro que han incluido intentos de golpe militar, la organización de protestas masivas con participación de grupos violentos, el boicot económico al país y la solicitud explícita de una intervención militar extranjera encabezada por la Casa Blanca. Por si fuera poco, ha expresado abiertamente su apoyo a Israel en su ofensiva sobre Gaza.
Un auténtico programa de desestabilización que nada tiene que ver con la promoción de la democracia y los derechos humanos. Su objetivo real es el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro y la toma del poder por parte de los sectores de la oligarquía venezolana, con el fin de imponer un programa neoliberal que contempla la privatización de la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), la entrega de las mayores reservas mundiales de petróleo, oro y coltán a corporaciones transnacionales y el realineamiento político y económico con Estados Unidos bajo un estatus de facto semicolonial. A ello se sumaría la persecución de dirigentes chavistas y la represión de las organizaciones populares.
Por tanto, es un auténtico insulto a la conciencia pacifista que el Comité Noruego del Nobel haya utilizado el simbólico galardón para promocionar a quien hoy actúa como agente local de la agenda global del trumpismo: una agenda que, en esencia, es la negación de la paz positiva, inseparable de la verdad y la justicia. Sin duda, hay poderosos lobbies detrás de esta decisión.

Deja una respuesta