
El Mundo, diario de la ultraderecha patria, forma ya parte de la historia como una de las grandes estafas del periodismo español. Tras los atentados yihadistas del 11M en Madrid, fue uno de los principales impulsores de la llamada “teoría de la conspiración”, una invención paranoide que atribuyó la masacre a un plan conjunto del PSOE, la “policía de Rubalcaba”, los servicios secretos marroquíes y ETA para derrocar al PP en las elecciones del 14 de marzo. Con ello abrió de par en par las compuertas al uso sistemático de las fake news, que desde entonces campan a sus anchas en los foros ultraderechistas y constituyen el principal nutriente político del PP y de Vox.
En este marco, el pasado lunes El Mundo abrió titulares con el bulo de que la Policía había identificado entre los manifestantes que interrumpieron la última etapa de la Vuelta ciclista a “nueve condenados por kale borroka” y a “varios yihadistas”. —Conviene recordar que kale borroka significa simplemente “lucha callejera”, pero dicho en euskera suena a terrorismo, que es lo que se busca—. Aunque el bulo fue desmentido de inmediato por la propia Policía, sirvió de munición para la ultraderecha. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, en su papel de agitadora mayor del PP, lo aprovechó para asociar las protestas con una kale borroka alentada por Sánchez y comparar Madrid con un “Sarajevo en guerra” donde «se persigue a los judíos». ¿No es esta ficción hiperbólica violencia política?

Tras estas declaraciones, solo faltó el juez ultra de turno —al estilo de García Castellón, Escalonilla, Hurtado o Peinado— para abrir una denuncia por delitos de odio y convertir el episodio en un nuevo caso de lawfare, la fórmula golpista que, en sustitución del viejo golpe militar, utiliza hoy la ultraderecha para desgastar o derrocar gobiernos progresistas bajo apariencia de legalidad. El desmentido policial impidió, al menos por ahora, los consabidos procedimientos judiciales fake.
Frente a este modus operandi tóxico, es necesario que la educación escolar aborde la prensa no solo como una fuente aséptica de información —El Mundo es, en realidad, una fuente de desinformación— sino como objeto de estudio que enseñe a descodificar mensajes, desmontar bulos y fortalecer el espíritu crítico. Hay abundantes propuestas pedagógicas al respecto.
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