
Readaptación del cuento «Historia del rey griego y del médico Dubán», incluido en la colección Las mil y una noches.
Se cuenta que en la ciudad de Z… vivía un sultán enfermo de lepra que nadie había logrado curar.
Un día llegó a la ciudad un médico llamado Dubán, un hombre sabio que había estudiado profundamente las propiedades curativas de las plantas. Se enteró de la enfermedad del sultán y pidió audiencia. Cuando fue recibido, le prometió sanarlo sin dolor ni sufrimiento.
El sultán aceptó y el médico le preparó un remedio a base de hierbas medicinales. El sultán siguió el tratamiento aconsejado y, al cabo de unos días, estaba completamente curado. Maravillado, colmó de honores y regalos al médico y lo convirtió en su consejero.
Entre los consejeros del sultán había un visir que, al ver el trato de favor concedido al médico, se llenó de celos e intentó convencerlo de que el médico le había curado con el único propósito de ganarse su confianza y asesinarlo después.
El sultán no le creyó en un principio, pero al final cedió a la insistencia del visir y se dejó convencer. Mandó llamar al verdugo y ordenó la decapitación de Dubán. Cuando el médico fue llevado ante él y escuchó la orden, exclamó:
—¡Majestad! ¿Por qué me dais muerte? ¿Qué crimen he cometido?
El sultán respondió:
—Temo que me mates como has matado mi lepra. Tu poder me da miedo.
Ante tal respuesta y viendo que su suerte estaba echada, el médico pidió al sultán que le permitiera ir a su casa a buscar un libro muy especial que quería regalarle. Al regresar, le dijo:
—¡Majestad! Tomad este libro. Cuando mi cabeza esté separada del tronco, colocadla en una palangana. Entonces, abrid el libro y mi cabeza responderá a todas las preguntas.
El sultán ordenó al verdugo que procediera con la ejecución. La cabeza del médico cayó en la palangana y la sangre se detuvo al momento. Entonces, ante el asombro de todos los presentes, la cabeza abrió los ojos y habló:
—¡Majestad! Abrid el libro.
El sultán abrió el libro. Comenzó a pasar las hojas, humedeciendo sus dedos con la lengua, y comprobó que estaban en blanco.
—¿Qué broma es esta? —exclamó.
Apenas lo dijo, el veneno del que estaba impregnado el papel del libro empezó a hacer su efecto, y el sultán, presa de terribles convulsiones, cayó a los pies del trono. La cabeza del médico Dubán le dijo:
—¿Ves lo que hace la injusticia? Has matado a tu salvador, y ahora el castigo que has infringido a un inocente se vuelve contra ti.
Apenas profirió estas palabras, la cabeza perdió lo que le quedaba de vida y el sultán exhaló su último suspiro.
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