Tras la convocatoria de elecciones anticipadas para el 23 de JuLio, anunciada por Pedro Sánchez el pasado 29 de Mayo, se abrieron dos posibilidades para el electorado: rematar la faena que había otorgado el triunfo al PP en las municipales y autonómicas del día anterior o impedir que la ola reaccionaria, representada por el PP y Vox, “okuparan” el Gobierno de la nación. Contra todo pronóstico, triunfó la segunda opción.
Hay una clave decisiva que explica este resultado electoral: la amplísima movilización ciudadana que tuvo lugar frente al uso descarado de la mentira como arma política y, por tanto, en defensa de la razón democrática. Esta movilización logró torcer el brazo a los que no tuvieron el más mínimo pudor en ofrecer como todo proyecto político la entelequia de la “derogación del sanchismo”, en agitar el fantasma de ETA para deslegitimar al actual Gobierno, en mentir de manera escandalosa sobre la economía, las políticas sociales o las pensiones o en sembrar dudas sobre el voto por correo. Son sólo unos ejemplos. Una cosa es la crítica y, otra, la guerra sucia, donde la población es un objetivo a intoxicar.
En todo caso, y aún siendo consciente de que “el dinosaurio sigue ahí”, como diría Augusto Monterroso, y de que el panorama electoral es complejo para que Pedro Sánchez conforme una nueva mayoría de gobierno, me alegra haber formado parte de este impulso ciudadano. La historia es una obra humana y en ella participamos todos, por activa o por pasiva.
PD.- La política de confrontación seguida por Feijóo actúa como un toque de queda autoimpuesto que le incapacita para el diálogo, los acuerdos y el pacto, que son los pilares básicos de un régimen parlamentario representativo. A ver si el candidato a la presidencia del Gobierno tiene la dignidad de presentarse a la investidura.
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