1) Isabel Díaz Ayuso convocó las pasadas elecciones del 4 de Mayo a la Comunidad de Madrid. con la excusa de que su socio de gobierno, Ciudadanos, podía estarle preparando una moción de censura análoga a la que Ciudadanos y PSOE presentaron en Murcia. En realidad, la convocatoria electoral respondió al interés de la presidenta y su camarilla en aprovechar la circunstancia creada en la Comunidad murciana para desembarazarse de Ciudadanos, gobernar con una mayoría holgada y utilizar la presidencia de la Comunidad madrileña como baluarte contra el Gobierno de Pedro Sánchez y plataforma de lanzamiento para aterrizar en La Moncloa.
2) En esta línea, el equipo de Ayuso, con Miguel Ángel Rodríguez al frente, planteó desde el primer momento las elecciones en términos de confrontación con el Gobierno central. El slogan elegido como lema de campaña, “comunismo o libertad”, sirvió para que Ayuso se auto-celebrara como defensora de la libertad frente a sus rivales que, asociados al fantasma del comunismo, eran señalados como enemigos de la misma. Pura propaganda. El comunismo, entendido como lo entiende la derecha, es decir, como “dictadura roja” que anula la libertad, no existe ni como proyecto ni como posibilidad ni como amenaza, ni en España ni en Occidente ni en el mundo. La derecha lo agita para criminalizar todo proyecto que, con garantía de éxito, ponga el acento en la distribución justa de la riqueza, condición necesaria para que la libertad sea plena y efectiva y constituya el pilar básico de una democracia inclusiva.
No es ésta, sin embargo, la idea que el PP, Vox y la propia Ayuso tienen de la libertad. En primer lugar, la derecha entiende la libertad sin igualdad, lo que la limita al nivel de renta y poder de que se disponga, y, en segundo lugar, la define en sentido negativo, como ausencia de restricciones al ejercicio de la voluntad individual y el interés privado. Esta concepción de la libertad se traduce, en el plano económico, en libertad de empresa y aboca directamente a la privatización de los bienes públicos, la devaluación de los derechos laborales y la fiscalidad en favor de los grandes grupos de interés y supone, en consecuencia, la demolición del papel del Estado como garante de la solidaridad social. Es la libertad que, camuflada como libertad individual, obedece a intereses claramente antidemocráticos, que son los que se han impuesto en la Comunidad de Madrid durante los más de 25 años de gobierno neoliberal del Partido Popular.
Isabel Díaz Ayuso aprovechó el marco de la pandemia como oportunidad para concretar la libertad como ausencia de restricciones a la libre empresa en libertad para poder ir a las terrazas a tomar cañas, proclamando esta apertura como seña de identidad de Madrid. Lógicamente, el mensaje subliminal de esta pirueta era la asociación de las restricciones existentes en el país para combatir la pandemia a un interés gubernamental en limitar las libertades. Una argumentación francamente pobre, pero que define una de las características del trumpismo que el PP de Díaz Ayuso y Vox representan: la defensa de intereses sólidos mediante ideas simples en las que lo importante no es la verdad, sino la capacidad de movilizar sentimentalismos que susciten la adhesión popular.
3) La campaña electoral sufrió un inesperado viraje con las amenazas de muerte dirigidas a políticos mediante sobres con balas (uno, el dirigido a la ministra Reyes Maroto, con arma blanca en apariencia ensangrentada), entre los que no podían faltar los dos enviados a Pablo Iglesias. Vox se atrevió a poner en duda la realidad de dichas amenazas, provocando la cancelación de los debates electorales. Esta situación dio lugar a que el llamado bloque progresista, formado por el PSOE, Más Madrid y Unidas Podemos, adoptara, por iniciativa de Pablo Iglesias, el slogan “democracia o fascismo”, un lema que rescataba el antifascismo como condición vital de salud democrática frente a un modelo en el que la libertad que se invoca no constituye garantía de democracia y permite la connivencia con la extrema derecha y el neofascismo. No es casualidad que Ayuso tenga como socio político a Vox.
4) En medio de este panorama, la mayoría de los medios de comunicación y de los líderes y analistas políticos, desde la derecha al PSOE, siguieron hablando de polarización, un concepto en virtud del cual se da por hecho que existen dos polos y que ambos son igualmente perniciosos. Es la vieja falacia de que los extremos se tocan, en virtud de la cual se establece una falsa equivalencia entre movimientos antagónicos entre sí para reducir las opciones políticas a las propias del bipartidismo. Se equiparó a Vox con Unidas Podemos, una homologación servida por el relato-ficción que vincula al partido morado con una supuesta extrema izquierda comunista y radical, cuando, en realidad, lo que hay es una formación de extrema derecha, Vox, conectada con el fascismo y la violencia, que trabaja activamente en pro de la provocación y la confrontación permanentes con el objetivo de mancillar toda identificación de la democracia con la justicia social y la igualdad de derechos.
5) Los resultados electorales cumplieron con creces las expectativas de los convocantes. Ayuso obtuvo una mayoría indiscutible, ganando 35 escaños con respecto a 2019, Vox aumentó en un escaño los resultados de hace dos años, el PSOE, con la candidatura de Ángel Gabilondo, se desplomó, pagando de esta forma su inactividad en la oposición, y Ciudadanos no obtuvo representación. La debacle del PSOE es la que explica el fracaso del llamado bloque progresista. Más Madrid, con Mónica García al frente, rentabilizó la oposición realizada estos dos últimos años en la Asamblea madrileña, superando en número de votos al PSOE y manteniéndose con el mismo número de escaños (24), y Unidas Podemos mejoró notablemente sus resultados, aunque sin cubrir sus propias expectativas. Resulta realmente destacable que, en realidad, los dos partidos que nacieron del tronco común del 15M superaran ampliamente al PSOE. No he oído a ningún analista reparar en ello.
6) En contra de lo que dicen la mayoría de los grandes medios, es de justicia señalar que los resultados obtenidos por Unidas Podemos no pueden considerarse un fracaso. La formación liderada por Pablo Iglesias no sólo alteró los pronósticos que la situaban fuera de la Asamblea de Madrid, sino que mejoró notablemente sus resultados con respecto a 2019, aumentando de 7 a 10 el número de diputados. Ello fue, sin duda, fruto del liderazgo de Iglesias quien, a pesar de ello, anunció su retirada de la vida política en la misma noche electoral. Pablo Iglesias había confiado el triunfo del bloque progresista a la movilización del voto en los barrios del Sur de Madrid, pero el aumento sin precedentes de la participación electoral benefició, sorpresivamente, al PP de Díaz Ayuso. Puede decirse, a este respecto, que las elecciones madrileñas rompieron con el mito de que la derecha gana porque siempre vota y se beneficia de una abstención que afecta, fundamentalmente, a los potenciales votantes progresistas. Parece que no es así.
7) La retirada de Pablo Iglesias de la vida política tiene también mucho que ver con la persecución y el acoso de que ha sido objeto a lo largo de su carrera política, desde aquel 25 de Mayo de 2014 en que Podemos obtuvo un millón de votos en las elecciones europeas y se postulara como un actor político con aspiraciones de gobierno. Lo que para muchas personas significaba esperanza, fue apreciado por las élites como una amenaza a sus intereses corporativos. La maquinaria belicista que entonces se puso en marcha para impedir que Podemos (después Unidos Podemos y luego Unidas Podemos) llegara a La Moncloa es la que, con la incorporación del virus de Vox, funcionó a pleno rendimiento a lo largo del primer año de pandemia para derrocar al Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. Esta miserable guerra unilateral contra el Gobierno de la nación, declarada desde todos los frentes (político, mediático, judicial, policial e, incluso, militar), ha tenido en el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso su particular frente autonómico.
8) Desde luego, este frente autonómico sale claramente reforzado tras el triunfo electoral de Ayuso, libre del lastre de la coalición con Ciudadanos, con el PSOE fuera de combate y el apoyo de las fuerzas de choque de Vox, dispuestas a lo que haga falta en su guerra contra el progresismo. Todo parece el resultado de una operación bien pensada. Isabel Díaz Ayuso puede dar la impresión de ser una indocumentada, pero, sin duda, tiene muy claros los intereses bien sólidos que defiende. Para la derecha ibérica, la oposición es siempre reconquista.
Postdata: Pablo Iglesias abandona la primera línea de la política mientras Isabel Díaz Ayuso surge como figura emergente. Un agudo contraste.
Pablo Iglesias ha sido vilipendiado como nunca lo había sido en democracia un representante público. Sobre su figura se ha construido una leyenda negra basada en bulos, mentiras y acusaciones infundadas, repetidas en espiral por los grandes medios de comunicación y pasadas por el centrifugado de las redes sociales. Podría irlas desmintiendo una a una. El verdadero delito de Pablo Iglesias fue poner en cuestión las redes de poder articuladas en torno a la monarquía borbónica y el Régimen del 78, con toda su corrupción y clientelismos, y sostener que para que hubiera cambios en favor de los derechos de ciudadanía había que estar en las instituciones públicas y el gobierno. Esta es la base de la maquinaria de odio desplegada en su contra. Quienes la han promovido han actuado como los viejos inquisidores que ofrecían un reo a la muchedumbre sedienta de un culpable con el que desahogar sus frustraciones; pero no han podido evitar que Pablo Iglesias haya sido el político español que, lidiando en condiciones adversas, ha hecho más por el progreso social del país en menos tiempo. No podemos saber a día de hoy, a riesgo de caer en una especulación, qué le hubiera deparado la suerte al Gobierno de Pedro Sánchez sin la pandemia de por medio, pero a buen seguro, se hubiera avanzado mucho más en el camino de la reconstrucción del Estado social, tal como se deduce de los últimos presupuestos.
Isabel Díaz Ayuso goza del favor de las élites y, en consonancia con ello, siempre ha recibido un tratamiento mediático respetuoso. Cabría preguntarse si el contraste entre su ascenso político y la renuncia de Pablo Iglesias va más allá de la política madrileña y española y obedece a la posiblidad de un cambio de ciclo más global, fruto en gran parte del empuje de la extrema derecha y el neofascismo, en el que los grandes problemas generados por el modelo neoliberal (desigualdad social y territorial, devaluación democrática, cambio climático) queden solapados en la promoción del paradigma de la construcción identitaria frente al otro (la nación, vivir a la madrileña…) destinado a movilizar sentimientos de pertenencia y encuadrar a los sectores populares en el espacio político de la derecha.
Francisco Jesús García dice
Interesante compendio de consideraciones que, a la vez, constituyen una de breve síntesis descriptiva de lo ocurrido en torno a las trascendentales elecciones del 4M.
Cuando la avalancha de novedades políticas que sin duda alguna se van a producir en los próximos meses difuminen el papel jugado por los actores y actrices en la escenificación en el frente electoral de Madrid, siempre podremos recurrir a estas consideraciones para entender el discurrir del nuevo ciclo político.
Mati dice
Gracias Javi Un abrazo y KONMATI pronto!!!😘