El pasado 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer, se vio alterado por una serie de actos vandálicos que tuvieron lugar en distintos lugares de España contra símbolos de la lucha de las mujeres por la igualdad, como murales o emblemas conmemorativos.
El caso más ilustrativo de este conjunto de acciones destructivas fue la vandalización del mural feminista del barrio de La Concepción, en el distrito de Ciudad Lineal de Madrid.
El mural, titulado “La unión hace la fuerza”, es una creación del colectivo español Unlogic Crew, cuyo proyecto fue seleccionado por decisión vecinal dentro del programa municipal “Compartiendo muros”, impulsado por el equipo de gobierno de Manuela Carmena. La obra constituye un retrato colectivo de 15 mujeres, entre ellas, Ángela Davis, Rigoberta Menchú, Frida Khalo y Rosa Parks, elegidas por su condición de referentes de la lucha de las mujeres por la emancipación y la igualdad. (1) El 22 de Enero pasado, había prosperado en el Ayuntamiento de Madrid una iniciativa de Vox para borrarlo, que fue apoyada por el PP y Ciudadanos. El vecindario protestó y consiguió que ambos partidos se retractaran. Pero el mural ya había sido puesto en el punto de mira del matonismo fascista: los vándalos taparon con brochazos negros los rostros de las 15 mujeres y usaron pancartas con los consabidos insultos que los fascistas repiten como loros: “Terrorista”, “Abortista”, “Comunista”. La diputada de Vox, Macarena Olona, señaló en un tuit: “Frente a su sectarismo, está nuestra brocha”.
El vecindario se movilizó reprobando la acción, el alumnado del colegio público San Benito, no suspendió la visita que tenía programada al mismo y, finalmente, el alcalde de Madrid, Rodríguez Almeida, en un gesto que hubiera podido honrarle si no hubiera respondido a la hipocresía y el oportunismo, condenó la acción y asumió el compromiso de “devolver el mural al estado en que se encontraba”. El resultado de toda esta historia es que el mural se está replicando por todas partes y que ya se ha convertido en patrimonio histórico-artístico, no sólo de un barrio sino de la propia Comunidad de Madrid. Una victoria, sin duda, pero ante la que cabe preguntarse sobre la salud de una sociedad en la que el bien tiene que abrirse paso a trompicones.
El caso del mural de La Concepción no es un simple suceso anecdótico. Por el contrario, tiene un marco político preciso y, en este marco, plantea cuestiones relacionadas con el valor de las libertades y la convivencia frente al discurso del odio y su vinculación con la violencia. Veamos:
1) La vandalización del mural revela una absoluta falta de respeto a quienes han participado en su proyecto y elaboración y, por extensión, al conjunto de los vecinos del barrio en que está ubicado. Constituye, además, un auténtico acto de barbarie contra la libertad de expresión, la libertad de creación artística y el derecho del público a conocer la historia de las mujeres y de sus luchas en pro de la igualdad. Si entendemos la violencia como violación de los derechos humanos, es evidente que la agresión que nos ocupa constituye un acto de violencia, equiparable a las quemas de libros promovidas en el pasado por la Inquisición, el régimen nazi alemán o el régimen fascio-católico español (2).
2) Todo parece indicar que el destrozo del mural formó parte de un plan organizado en función de una “división del trabajo” entre quienes señalan y quienes ejecutan, probablemente a cambio de un estipendio mercenario. Así parece desprenderse de la elección del día para actuar, de los objetivos simbólicos señalados, de la proliferación de acciones de la misma naturaleza en lugares distintos y de la previsible repercusión mediática que iba a tener la acción en cuestión, lo que la equipara a un acto de “propaganda por el hecho”, propio del modus operandi del terrorismo. ¿Cabe ya alguna duda en este país de que quienes promueven desde posiciones de poder el discurso del odio no estén dispuestos también a amparar prácticas gansteriles?.
3) Como señalamos antes, este acto de violencia y terrorismo simbólicos no se hubiera producido sin un marco político preciso. Dicho marco no es otro que el de la guerra cultural contra el feminismo. Ésta es una guerra unilateral, declarada desde diferentes frentes de poder, que la ultraderecha no ha tenido el más mínimo pudor en elevar a las más altas cumbres de la miseria al señalar a las manifestaciones del 8 de Marzo del año pasado, y más en concreto, a la celebrada en Madrid capital, como el foco clave de la expansión del COVID19. Para calibrar que no hay más fundamento para tal acusación que el de desacreditar el feminismo, conviene recordar que ese día había registrados únicamente 674 casos de coronavirus en toda España, que se acudió con normalidad a todo tipo de eventos y espectáculos y que a la manifestación acudieron representantes de todos los partidos, a excepción del ultraderechista Vox. Éste montó su propio mitin alternativo en Vistalegre, al que su líder, Ortega Smith, asistió procedente de Milán, entonces epicentro de la pandemia en Europa, de donde importó el virus. Sin comentarios.
Esta guerra contrafeminista, que puso la directa tras las manifestaciones masivas del 8 de Marzo de 2018, tiene su base genética en el discurso del odio y el relato negacionista de la violencia de género, en virtud de los cuales, la lucha en pro de la igualdad de género y la superación del machismo es asociada a una ofensiva contra el hombre. Con esta trampa ideológica, la ultraderecha y sus afines hacen pasar su guerra como una guerra de bandos y el machismo como un ideario rebelde basado en el mito del hombre agraviado. Resultaría grotesco si no fuera un peligro.
4) Este contrafeminismo militante forma parte de una ofensiva más general que tiene como objetivo estrella acabar con la identificación de la democracia con la igualdad. Es este contexto el que explica el empeño en desarticular movimientos sociales como el 15M y el que subyace al conjunto de maniobras que, desde posiciones de poder bien definidas y articuladas, fundamentalmente, en torno al PP y a Vox, vienen siendo desplegadas para acabar con el Gobierno de coalición PSOE-Unidas-Podemos, no por lo que gestiona, sino por lo que representa. El fundamento de esta guerra antiigualitaria es claro: la igualdad requiere recursos para su desarrollo pleno y efectivo y eso tiene un coste que los dueños del dinero, que tienen en el PP y Vox a sus delegados naturales, no están dispuestos a pagar, bien sea en forma de fiscalidad progresiva o de cumplimiento de la función social de la propiedad.
Es esta guerra contra la igualdad la que se camufla en la reactivación del discurso reaccionario y ultraderechista, un discurso que se define por dos componentes básicos: en primer lugar, por invocar mitos como el de la nación o la masculinidad para aducir amenazas que, supuestamente, los ponen en peligro, como las atribuidas a “la izquierda”, el feminismo, los derechos LGTBI o la inmigración; y, en segundo lugar, por concebir la libertad como la reafirmación de cada cual, sea rico o pobre, en las ventajas que le ofrece su propia condición social, como por ejemplo, la ventaja de ser trabajador local frente al inmigrante o la de ser hombre frente a la mujer. Es este discurso el que sirve de base para alentar el repudio al ideario igualitario, señalándolo como contrario a la nación y la libertad, y agitar el odio hacia quienes lo profesan.
Sin embargo, son los valores que la ultraderecha invoca los primeros que la propia ultraderecha transgrede. La guerra contra la igualdad es, en realidad, una guerra contra la nación, si entendemos la nación como el conjunto de quienes la habitan. También, una guerra contra la libertad, si tenemos en cuenta que la libertad de elegir y autodeterminarse requiere de la igualdad en la distribución de las condiciones materiales y culturales para poder ser ejercida en plenitud. Separada de la igualdad, la libertad supone, en la práctica, la restricción de la libre elección a las posibilidades derivadas del nivel de renta y poder disponibles y se convierte en ventaja o privilegio que puede ser ejercido frente a (o contra) los demás. En maridaje con la igualdad, la libertad es, simple y llanamente, libertad de vivir.
Volviendo a la vandalización del mural de La Concepción y al movimiento de repulsa que ha generado:
La historia de la humanidad no se entiende sin el papel jugado por las mujeres en la misma. Hacer visible la historia de las mujeres significa contribuir a que las relaciones entre hombres y mujeres sean más justas e igualitarias y ello redunda en beneficio de la sociedad en su conjunto. Desde esta perspectiva, un mural como el de La Concepción no sólo es una composición de arte urbano, sino también una obra educativa, en la medida en que contribuye a enriquecer el conocimiento y la conciencia social, en definitiva, la libertad de vivir. Desde esta perspectiva, la repulsa que ha generado su vandalización y el movimiento ciudadano a que ha dado lugar en favor de su restauración y su difusión supone, sin lugar a dudas, un triunfo de la libertad y la igualdad frente al fascismo, un triunfo que, no por modesto, deja de ser grande.
(1) Además de Rigoberta Menchú, Frida Khalo y Rosa Parks, están representadas en el mural, Angela Davis, Billie Jean King, Emma Goldman Antònia Fontanillas, La Comandante Ramona Chimamanda Ngozi, Kanno Sugako, Gata Cattana Liudmila Mijáilivna Pavlichenko, Nina Simone, Rosa Arauzo, y Valentina Tereshkova.
(2) Un “excursus” comparativo. La detención y entrada en prisión del cantante de rap Pablo Hásel en Febrero pasado provocó una ola de protestas que comenzaron siendo pacíficas pero que, por el despliegue de efectivos de la policía antidisturbios y la acción de algunos grupos aún sin identificar, derivaron en enfrentamientos con la policía y actos vandálicos, como la quema de contenedores y asaltos a establecimientos comerciales y supermercados. En el tratamiento mediático de la cuestión, no hubo una contextualización que ayudara a comprender los hechos, en especial, la participación en los mismos de personas jóvenes, y la protesta terminó asociada a la acción de los “radicales violentos”, el consabido discurso para criminalizar la protesta social. La joven de 19 años que perdió un ojo por una bala de foam disparada por un mosso de escuadra pasó a segundo plano. Cabría preguntarse a este respecto sobre el por qué la quema de un contenedor ha de considerarse un acto violento y el destrozo de una obra de arte urbano un acto vandálico, tal como refleja la mayoritaria conceptualización mediática. O, en otras palabras, ¿quién establece aquí lo que es violencia y lo que no?
En el marco de estas protestas Pablo Echenique, portavoz del grupo parlamentario de Unidas Podemos, escribió el siguiente tuit: “Todo mi apoyo a los jóvenes antifascistas que están pidiendo justicia y libertad de expresión en las calles. Ayer en Barcelona, hoy en la Puerta del Sol. La violenta mutilación del ojo de una manifestante debe ser investigada y se deben depurar responsabilidades con contundencia”. Es más que evidente que del tuit de Echenique no puede deducirse apoyo alguno a los que quemaron contenedores, rompieron escaparates y tiraron piedras a la policía, entre otras cosas porque tales hechos no se estaban produciendo en el momento de la publicación del mismo. Pero no importó. Hace unos días, la Fiscalía del Tribunal Supremo abrió diligencias de investigación penal contra Pablo Echenique por alentar a los alborotadores ¡¡¡CON EL MENCIONADO TUIT!!!, como si éstos hubieran salido a la calle espoleados por el mismo o como si Pablo Echenique fuera un inconsciente capaz de utilizar su posición política para sucumbir al capricho de alentar disturbios, En fin, ridículo. La pregunta que todo ésto suscita es: Si un tuit como el de Echenique puede considerarse como una incitación a la violencia, ¿que mecanismos son los que están operando para que el de Macarena Olona disculpando la acción vandálica contra el mural de La Concepción y el sinfín de declaraciones de odio antifeminista de los líderes de Vox, queden en la impunidad?
Mati dice
Gracias Javier «el mundo al revés» caminamos hacia adelante, retrocedemos a la Inquisición,cuánto odio y prepotencia de unos cuantos y de los que lo jalean, tergiversándolo todo para imponer el fascismo. Apañaos estamos👿