“El amor se reiventará cuando se rompa la infinita servidumbre de la mujer”. Arthur Rimbaud (1854-1891)
En 1999 la ONU declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer En 1981, la fecha había sido acuñada como Día contra la Violencia de Género por los movimientos feministas de Latinoamérica, en memoria de las hermanas Mirabal, Minerva, Patria y María Teresa, tres mujeres dominicanas asesinadas el 25 de noviembre de 1960 por orden del dictador Rafael Leónidas Trujillo, del que eran opositoras. Hoy, los motivos para mantener el 25 de Noviembre como un día para la concienciación ciudadana contra la violencia machista no han desaparecido. La frecuencia de los actos de violencia directa contra las mujeres y las niñas (abuso sexual a menores, violación, acoso sexual en el trabajo, violencia doméstica, explotación de las mujeres que ejercen la prostitución, todo tipo de vejaciones físicas y psicológicas) persiste con magnitudes epidémicas.
En torno a la violencia machista existen numerosas creencias erróneas, como las que la asocian a agresores con graves patologías personales o procedentes de ambientes marginales. En realidad, quienes agreden, maltratan, torturan o asesinan son hombres de todo tipo, de distintas condiciones sociales y que muchas veces conocen a la víctima. No se trata de un terrorismo reducido a casos aislados, sino de todo un fenómeno social que hunde sus raíces en la violencia más profunda, estructural, de la dictadura de género, de la que es su secuela patológica y delictiva.
En efecto, la desigualdad entre hombres y mujeres nada tiene que ver con las diferencias biológicas, como pretenden algunas voces dispuestas a justificar el machismo. Por el contrario, es el resultado de las distintas normas sociales creadas para uno u otro sexo por el modelo patriarcal de dominación, que atribuye al hombre la capacidad de definir, a través de la fuerza, la ley, la tradición, la educación y la división del trabajo, el papel social reservado a la mujer, relegándola a un status subordinado y dependiente (1). Este conjunto de normas se reflejan en los estereotipos sexistas que asocian “lo femenino” a la pasividad, el servicio, la sensibilidad o la sumisión, entre otras características, y “lo masculino” a la fuerza, la autoridad, la independencia o la agresividad, prejuicios aprendidos desde la infancia por la influencia de los múltiples y variados agentes socializadores: la familia, la escuela, los medios de comunicación o el propio lenguaje, entre otros (2).
De esta forma la desigualdad de género constituye la fuente de todo el cúmulo de injusticias y agresiones sufridas por las mujeres y las niñas por el mero hecho de ser mujeres y niñas, desde la discriminación en el mercado laboral o la sobrecarga en la distribución de tareas domésticas, hasta la violencia directa ejercida sobre su integridad física y moral. (3)
Frente a ello, el mejor antídoto es la creación y desarrollo de las condiciones que permitan gozar de todos los beneficios que aporta la igualdad entre mujeres y hombres. La igualdad de género es condición indispensable para la justicia social y la profundización de la democracia, pero también para que las relaciones entre hombres y mujeres discurran por el cauce de una comunicación franca y abierta que contribuya al enriquecimiento mutuo, sin las limitaciones impuestas por los prejuicios o estereotipos sexistas. La conciliación de la vida personal, familiar y laboral, la erradicación de discriminaciones laborales por razón de sexo y la promoción de la mujer, son pasos importantes en el camino. Pero hay que ir más allá. La igualdad de género no será una realidad que impregne la organización social y la vida cotidiana hasta que los principales agentes de socialización, en particular los medios de comunicación, no se comprometan con una feminización de los valores, hasta que la sociedad deje de adoptar como propia una visión androcéntrica del mundo, hasta que la mentalidad machista deje de confundir la renuncia a una situación de privilegio con un recorte a la libertad del varón.
El futuro es mujer.
(1) La razón histórico-social de la persistencia en el tiempo histórico del modelo patriarcal puede explicarse por las ventajas materiales que el papel realizado por la mujer en el seno de la familia ha aportado siempre al varón en cualquiera de las sociedades sustentadas en el control masculino de los principales medios de producción.
(2) Lo que hace que hombres y mujeres asuman actitudes y comportamientos propios de su “sexo” obedece a esa cualidad natural de los seres humanos que les hace ser maleables a los requerimientos de las pautas sociales entre las que transcurre su vida.
(3) Paradójicamente, la posición de predominio que la desigualdad de género otorga al hombre no le convierte, sin embargo, en un ser libre. La obligación de responder a las exigencias viriles del género, como la de tener que demostrar autoridad, coraje, valentía o agresividad, puede suponer, y de hecho supone, una pesada carga y un elemento castrante de la personalidad.
PD.- La invocación del integrismo fascio-católico a la “ideología de género”, cuyo fin es criminalizar la lucha por la emancipación de la mujer para recluirla en el papel de “esposa y madre”, constituye una muestra evidente del ideario que mantiene la dictadura de género.
Teresa Cortinas Gallego dice
Muy bueno Javier!
Me ha gustado mucho y es necesario que cada vez más hombres expresen esto en voz alta y pública.
La lucha por la Igualdad nos compete tanto a mujeres como a hombres aliados con el feminismo porque los beneficios se la Igualdad son para toda la sociedad
Mati dice
Gracias Javi un Beso
Hannia dice
Hola Javi : Nada que agregar, más que: excelente! De vigencia absoluta… Corto, preciso, puntual… Ya lo dije :me admira tu sapiencia! Aplausos… Un abrazote. Hannia.
Juan Ramón Roca dice
En la educación está el machismo, se enseña, se aprende y afecta tanto a hombres como a mujeres. En la educación está la llave para poder acabar con esta lacra de discriminación y muchas veces de violencia. No hablo de la escuela, del colegio, hablo de la familia.